diciembre 31, 2010

Licencia

Pido licencia, sólo una noche, sólo esta noche, quiero ser yo.
Pido licencia para ser débil, para llorar, para desarmarme. Pido licencia para rebelarme, para huir, para no volver, para olvidar.
Pido licencia para que alguien me abrace. Permiso para cambiar de sueño. Sólo esta noche quiero ser caprichosa. Pido licencia para ser egoísta, egocéntrica, ególatra, ego...

Quiero que me quieran. Quiero que me quieran. Quiero que me quieran.

Pido licencia para no volver. Sólo por hoy... pido licencia para no volver. Por esta noche. No volver.



Anna.

Ser Social

Será que todos los seres humanos nacemos con esta tendencia a la soledad, será porque somos soledad con forma.
Será porque no nos resignamos todavía a que la soledad es más fuerte que nuestro amor mortal e imperfecto.
Será que todavía no nos resignamos a nuestra propia naturaleza. A ser humanos. A ser solos.

Como. Si. Amontonarnos. Calentara. Un. Poco. El. Frío. Que. Llevamos. Dentro.

Como si no estando solos dejáramos de serlo.
Como si no supiéramos que son todas mentiras.



Anna.

diciembre 26, 2010

Tal vez anagramático

Te creíste invencible, y en la cumbre de tus trágicos triunfos, yo igualé tus destrezas.

Te armaste con escudos de sonrisas que todos se creían, menos yo, que de la misma manera sonreía.

Te miraba. Siempre te miraba.

Haciendo de arlequín en la pintura de un museo demasiado ciego para ver el reflejo de muñeco roto dibujado en tus pupilas. Demasiado ruidoso para entender que estabas solo. Demasiado poco para llenar el hondo de lo que a vos siempre te faltó mucho.

Te creíste incomprendido, inalcanzable, imposible para ojos mortales, te creíste. Y yo que te miraba, en mi versión más opuesta y más igual, sufría con vos las mismas pequeñas pesadillas.

Y nuestras miradas eran iguales, y nuestra pasión era igual. Nuestro desencanto, nuestro pedido de auxilio mudo, nuestras formas de escapar y de pedir perdón, todo era la mismo. Tal vez fuimos hechos de la misma soledad dividida, tal vez si alguna vez me hubieses visto habría podido decírtelo.

Te enamoraste de los mismos a los que yo amé, y que por quererte a vos, me dejaron. Te rebelaste contra mi forma de ser tan incomprensible, y me abandonaste porque no quería unirme a tu ejército de espejitos de carne. Renegaste de tus pedazos de historia que tuvieran que ver con la mía, y me echaste al olvido.

Será que a lo mejor vos nunca te entendiste y por eso no pudiste entenderme a mí. Será porque yo no era un reflejo tuyo sino parte de lo mismo y nos separaba el que yo me supiera en vos, pero vos no en mí.

Tal vez por eso es que me odiás, y yo te amo tanto.



Anna.

diciembre 21, 2010

Victoria

Estás tan linda, que casi no te conozco. Tanto más linda, que casi dudé al ver tu foto; la imagen tardó en derretirse dentro mío, en entrar, y cuando llegaste adentro, casi no eras vos.

Estás tan linda. Y pensar que todavía cuando te estoy mirando así, todavía hay un sabor a envidia que me deja tu belleza fantástica; pero por debajo, unas ganas increíbles de quererte de nuevo.

Te pienso, te rescato pedacito a pedacito de mi memoria de "había una vez", armo el fantasma tuyo que quedaba dentro mío y prendo de tu pelo y de tus ojos las luces que por el tiempo ya te había apagado. Coso de nuevo tu imagen, para que se parezca a la de esta foto que veo y que no conozco, y para sentir quizá que estuviste, que estás todavía en mí.

Estás tan linda, pienso. Estás tan linda.

Y tan, tan, tan lejos.

Y arrugando la foto, esta foto que no te saqué yo, la arrugo para no seguir recordando, arrugando esta foto... espanto de una sacudida este vacío que ha empezado a formarse dentro de mí, otra vez, cuando te estoy mirando.

Cuando pienso que vos ya no existís para mí.

Ya. No. Existís.

Esa foto no te la saqué yo.



Anna.

diciembre 19, 2010

La ciudad se estaba destiñendo, como se destiñen las fotos con los años. A medida que pasaba el tiempo, todo se iba haciendo más blanco y negro; pero ella, que estaba encantada con aquél país de su memoria, no se daba cuenta, mientras se iba convirtiendo en el recuerdo de un recuerdo.





Anna.

diciembre 15, 2010

No voy a creerte que te vas...
                                                           ...hasta que te hayas ido.






Anna.

diciembre 12, 2010

La paloma


Se equivocó la paloma,
se equivocaba.
Por ir al norte, fue al sur
creyó que el trigo era agua,
se equivocaba.

Creyó que el mar era el cielo
que la noche, la mañana,
se equivocaba,
se equivocaba.

Que las estrellas, rocío
que la calor, la nevada,
se equivocaba,
se equivocaba.

Que tu falda era tu blusa
que tu corazón, su casa,
se equivocaba,
se equivocaba.

Ella se durmió en la orilla,
tú en la cumbre de una rama.


Rafael Alberti

noviembre 29, 2010

noviembre 24, 2010

Porqué será que perdonar es tan difícil.
              Perdonar al paso del tiempo.
                       Perdonar a los cambios.
                              Perdonarse a uno mismo.

Mientras camina arrastrando los pies, le parece que no es ella la que mueve su cuerpo, tan cansada está. Mientras espera el taxi, dice la dirección y sus ojos se empañan en el vidrio, desea con todas sus fuerzas no ser ella. Mientras baja, paga con muchos billetes chiquitos y huye, del taxista y su cara de domingo por la tarde, de la calle y su hipocresía ensordecedora, de la lluvia que ya empieza a caer sin permiso, desea no ser ella. Desea, lo anhela tan, tan fuerte que le duele, y aún así, sigue sintiendo sus pies cansados, sus ojos empañados. Se sigue sintiendo ella.

Recorre los pocos metros todavía secos de cemento gris que la separan de la puerta, e intenta abrirla sin darse cuenta de que está todavía con cerrojo. Mete la mano en el bolso, tantea el metal frío de las llaves, elige la indicada y trae a su cerebro el procedimiento adecuado para abrir una puerta. La abre.
Adentro está oscuro y vacío. Nadie que diga "bienvenida a casa", nadie esperando con la mesa puesta y la radio prendida. Nadie que la espere.

Y ella desea con todas sus fuerzas no ser ella.

Perdonarse
                       a
                            uno
                                      mismo.



Anna.

noviembre 21, 2010


"- ¡Vaya! -se dijo Alicia-. He visto muchísimas veces un gato sin sonrisa, ¡pero una sonrisa sin gato! ¡Es la cosa más rara que he visto en toda mi vida!"
Lewis Carrol

noviembre 19, 2010

Y qué si estaba enamorada. Y qué si él a mí no me quería. Y qué si mi poesía era melosa y cursi, y qué si nadie la leía. Y qué, si a mí con eso me alcanzaba para vivir.

Vos en cambio, vos, que te burlabas de mí por hablar de amor, vos no entendías nada. Vos nunca entendiste. Y qué si eras más grande que yo... vos nunca entendiste.

Vos nunca entendiste nada.



Anna.

noviembre 18, 2010


“¿Tenemos que amarnos para
conocernos o tenemos que
conocernos para amarnos?”


Michelangelo Antonioni
(El Eclipse)

noviembre 17, 2010

Oh, blessed, blessed night. ''l am afeared... being in night, all this is but a dream. Too flattering sweet... to be substantial.''





William Shakespeare - Romeo and Juliet
-from Shakespeare in Love

Muro de Berlín

De a poquito, todo vuelve a su cause. El río desbordado retrocede, arrepentido, hasta la cuna que lo arrulló desde siempre. Los corazones tibios vuelven a enfriarse después de un verano demasiado caliente. Los espejismos de libertad se difuman después del primer sorbo de agua, y el muro de Berlín sigue ahí, todavía.

Las palabras que fueron hechas para no decirse vuelven a apilarse en los estantes del desván, bostezando. Las palabras que otros tenían prisioneras escapan todas nuevamente y de a poquito se apoderan de los poemas que fueron suyos.

Lentamente el tiempo hace olvidar las locuras que por un desliz se escaparon un instante para hacer de las suyas. Lentamente se sacuden el polvo los ortodoxos, los rectos y los moralistas, y carraspean para seguir con el hilo de un discurso que se estacionó hace meses por un descuido del destino, como si nunca hubiesen sido interrumpidos.

Como si esa estación robada no hubiese existido, como si las costumbres de los cínicos nunca hubiesen sido disueltas por el intento suicida de un río que se desborda.

Como si lo hubiésemos inventado...

Tal vez de verdad lo hicimos.



Anna.
''But soft, what light through yonder window breaks? lt is the east, and Juliet is the sun. Arise, fair sun, and kill the envious moon... who is already sick and pale with grief... that thou, her maid, art far more fair than she.''




William Shakespeare - Romeo and Juliet
-from Shakespeare in love.

noviembre 16, 2010

Lo buscó por todas partes. Despanzurró cajones, arrancó las hojas de los libros y volteó muebles, por todos lados lo buscó. Revolvió los adornos de los estantes, bajo las alfombras y entre el hollín. Le preguntó por él a todos los que conocía, y a los que no conocía y ese día se le cruzaron, también. Lo buscó escondido en la sombra de las cortinas y en los pliegues de las sábanas, lo buscó entre los restos de comida de la noche anterior, y en los bolsillos de su almohada. Pero no estaba.

Sólo después de haber abierto todas las puertas, y vaciado todos los ceniceros, sólo después de haber desvalijado todos los armarios y desarmado todos los sillones, se acordó, y con consternación debió resignarse a su pérdida. Sólo después de descocer todos los vestidos y abrir todas las cerraduras, se acordó que la noche anterior había renunciado a él al arrojárselo. Se acordó, de que él se había ido y se lo había llevado. Se acordó de las copas rotas, del vino en el suelo y de su cara seria. Se acordó de sus ganas de irse.

Y con consternación, debió resignarse a su pérdida.



Anna.

noviembre 15, 2010

- That whole Jesus thing, it's really interesting.
- It's not interesting. It's scary! It's nailing holes through your hands. It's 'cause we're all vile sinners. God made Jesus die.
- You really think that's true?
- It's in the Bible.
- You have to believe it, and you hate it. I don't have to believe it, and I think it's beautiful.
- You gotta believe the Bible, Leslie.
- Why?
- 'Cause if you don't believe in the Bible, God will damn you to hell when you die.
- Wow, May Belle. Where'd you hear that?
- That's right, huh, Jess? God damns you to hell if you don't believe in the Bible.
- Well, I don't think so. I seriously do not think God goes around damning people to hell.


From "Bridge to Terabithia".

noviembre 14, 2010

Me desprendo del abrazo, salgo a la calle. En el cielo, ya clareando, se dibuja, finita, la luna. La luna tiene dos noches de edad. Yo, una.



Eduardo Galeano

noviembre 13, 2010

"Escribir novelas largas es básicamente una labor física. Tal vez el hecho de escribir sea, en sí mismo, una labor intelectual. Pero terminar de escribir un libro se parece más al trabajo físico (…) Tal vez piensen que, con tal de tener la fuerza suficiente para poder levantar la taza del café, se pueden escribir novelas. Pero, si probaran de veras a hacerlo, estoy seguro de que enseguida me comprenderían y se darían cuenta de que escribir novelas no es un trabajo tan apacible (…). Aunque realmente el cuerpo no se mueva, en su interior está desarrollándose una frenética actividad que lo deja extenuado. La que piensa es la cabeza, la mente. Pero los novelistas, envueltos en el ropaje de nuestras historias, pensamos con todo el cuerpo".


Haruki Murakami

noviembre 09, 2010

When the words do not come, ya no me queda nada.

Cuando no quedan más palabras, it's because everything has being said.

When there's no words left, only remains the anger.

Sólo. La. Bronca.



Anna.

octubre 27, 2010

Otoño



Me recupero de las fiebres, del invierno más largo que viví y el otoño desviste los plátanos de mi calle. Así que el suelo se vuelve una alfombra amarilla por la que paseo mis pies cansados. Vuelvo a Madrid y la mañana de octubre me quema y me miente. No es primavera, aunque los días prometan sol y las aves jueguen a perseguirse sobre los tejados.

No es primavera y los periódicos delatan las atrocidades que originó la guerra que nosotros maldecimos. Wikileaks revela el contenido de archivos clasificados y corrobora lo que Casandra vaticinó: decenas de miles de muertos, torturas, abusos, violencia. Ella, la adivina a la que nadie escuchó, aquella que se puse de pie entre el delirio y la mentira, mi dulce Casandra, la opinión pública lo supo antes que nadie y denunció el horror que hubo de cubrir los cielos de aquellos días terribles.

No es primavera en Madrid, aunque la tos y tu ausencia me queme el pecho. Tengo que dejar de fumar, me digo mientras suenan las voces del coro de niños que grabamos en Palestina. Fredi Marugán graba las guitarras del tema, desinteresadamente, con la generosidad de siempre. La canción va creciendo y todos los niños del mundo cantan en las voces del coro de la Escuela de música Edward Said de Ramallah.

No es primavera y el jazmín, que el año pasado resistió al invierno, se aferra a la reja con fuerza, trepa como un dulce recuerdo por la memoria. Y así, con la terquedad de la planta trepadora, salgo a la calle con la intención de seguir cantando, pues vivimos.

Aunque no sea primavera. El otoño, amarillo, como algún amanecer, tiene sabor a prólogo, a maleta a medio hacer, a estación de tren, a desayuno recién servido. La fiebre se marcha, apago el último cigarro y salgo a la calle, esperando encontrarte.



Ismael Serrano

octubre 26, 2010

Era sábado y amanecía,
y ella no quería despertar.
Con los ojos cerrados todavía,
imaginaba sin emoción el día
que por querer del destino
estaba obligada a vivir.

Con soledad de monotonía,
con vaivenes de cuentas vacías,
se vestía, maquillaba, salía,
pensando el qué de los detalles
que sin ojos para ver se perdían.

Arrastrando su cansancio disimulado,
y adornando su andar de cine,
era sábado y amanecía,
y ella de nuevo volvía,
de nuevo volvía a empezar.

Era sábado y estaba sola,
era sábado, él ya no estaba.
Era sábado y él se había ido,
era sábado... y no volvió más.

Es sábado y amanece...
y ella no quiere despertar.



Anna.
Debo encontrar una manera de tenerte cerca sin tenerte, antes de que me vuelva loca.


Inmortalizaré ese pedazo tuyo que dejaste dentro mío para sacarte de mí, a ver si haciéndote otro al fin tu recuerdo me deja en paz y vuelvo a dormir de noche.


Serás el que yo quería que fueras


Serás quien yo me imaginé de vos. 


Serás lo que yo te creí.








Anna.

octubre 19, 2010

Wish you were here



We're just two lost souls
Swimming in a fish bowl,
Year after year,
Running over the same old ground.
What have we found
The same old fears.
Wish you were here


Pink Floyd

octubre 10, 2010

Óleo de una mujer desnuda

¿Pudo alguien alguna vez pintar con palabras el cuadro de tu piel desnuda?

De tu piel adornada de los pliegues blancos de la sábana, un solo color con la luz de luna, que sin pedir permiso se cuela por el cristal de la ventana. Te rodea un silencio casi místico, la habitación entera parece estar mirándote, expectante, embelesada toda por el despliegue de pálido resplandor sobre tu piel clara, por la fineza en el trazo de tu silueta como reloj de arena, detenida en el tiempo por un eterno rayo de luna. La línea de tus pantorrillas que se pierde en tus muslos y se mezcla en el medio con otros misterios que guardan celosamente las telas que te cubren a medias, queriendo ser parte del cuadro que te pinta perfecta.

Enredado entre las hebras de tus dedos, tu pelo color noche nublada, como una bruma incierta dispersa sobre el océano de la cama… el horizonte de tus pechos, como manzanas prohibidas, donde naufraga mi pincel de poeta.

Tus labios de acuarela que con dos trazos medio al descuido, y un arcoíris de promesas entre la casi invisible frontera que los separa, llaman a estos ojos que se pierden luego en el pozo de los tuyos, para no volver.

El desliz de tu hombro al caerse como sin querer, casi aburrida, casi vacía, casi como si de verdad respirara tu piel llamándome a la pintura para llenar tu soledad de fantasía. Y el poema de tu ausencia quede sin nombre, junto al lienzo sin terminar en el que estamos juntos.



Anna.
...el drama del desencantado que se arrojó a la calle desde el décimo piso, y a medida que caía iba viendo a través de las ventanas la intimidad de sus vecinos, las pequeñas tragedias domésticas, los amores furtivos, los breves instantes de felicidad, cuyas noticias no habían llegado nunca hasta la escalera común, de modo que en el instante de reventarse contra el pavimento de la calle había cambiado por completo su concepción del mundo, y había llegado a la conclusión de que aquella vida que abandonaba para siempre por la puerta falsa valía la pena de ser vivida.




Gabriel García Márquez

octubre 07, 2010

Llueve. Las gotas se pegan a las hojas y se desperezan con ganas de despertarse de una vez. La tierra se hace nudos en el viento quieto, en el cielo ilusiones de relámpagos mal hilados de melancolía contenida. Los pájaros callan, los autos callan, los perros callan. El cielo habla.

Cae la lluvia.



Anna.

septiembre 29, 2010

Instantes

Si pudiera vivir nuevamente mi vida.
En la próxima trataría de cometer más errores.
No intentaría ser tan perfecto, me relajaría más.
Sería más tonto de lo que he sido, de hecho
tomaría muy pocas cosas con seriedad.
Sería menos higiénico.
Correría más riesgos, haría más viajes, contemplaría
más atardeceres, subiría más montañas, nadaría más ríos.
Iría a más lugares adonde nunca he ido, comería
más helados y menos habas, tendría más problemas
reales y menos imaginarios.
Yo fui una de esas personas que vivió sensata y prolíficamente
cada minuto de su vida; claro que tuve momentos de alegría.
Pero si pudiera volver atrás trataría de tener
solamente buenos momentos.
Por si no lo saben, de eso está hecha la vida, sólo de momentos;
no te pierdas el ahora.
Yo era uno de esos que nunca iban a ninguna parte sin termómetro,
una bolsa de agua caliente, un paraguas y un paracaídas;
Si pudiera volver a vivir, viajaría más liviano.
Si pudiera volver a vivir comenzaría a andar descalzo a principios
de la primavera y seguiría así hasta concluir el otoño.
Daría más vueltas en calesita, contemplaría más amaneceres
y jugaría con más niños, si tuviera otra vez la vida por delante.
Pero ya tengo 85 años y sé que me estoy muriendo.

Jorge Luis Borges

septiembre 17, 2010

Infinito

Su sonrisa es como una ida y una vuelta, en dos hileras de trenes con vagones blancos. Cuando me mira y sonríe, la sangre se me amontona en las venas como copos de azúcar sin diluir, y las palabras se me caen de la boca como atraídas por la gravedad.

Qué ganas de invitarte a tomar la luna con cuchara de helado.

Qué ganas de agarrarte la mano y perdernos como Alicia en nuestro mundo cuando todos duerman.Qué ganas de no volver más.

Su sonrisa son horas de insomnio voluntario en el garaje, en una escalera o en la plaza de otra provincia. Su sonrisa es ventana, es puente, es torre. Su sonrisa es.

Qué ganas, amor, qué ganas.



Anna.

No saben.

- ¿Sabés por qué los psicólogos están tan de moda? -me preguntó, indiscreto.
- No. ¿Por qué?
- Pues porque la gente está loca porque la escuchen. Tan, tan loca, que están dispuestos a pagar por ello.

Mi oso de peluche era amarillo. Estaba viejo y descocido, pero era mío. A mi oso de peluche amarillo le gustaba dormir conmigo, y de mañana yo le contaba mis sueños.
A mí mamá nunca le gustó, porque me lo había regalado una persona a la que ella no quería.

- ¿Y por qué nadie escucha?
- Porque se han olvidado cómo se hace...

Yo amaba a mi oso amarillo. Pero mi mamá dijo que ya estaba grande para esas cosas. Un día, mi oso no estaba más.

Entonces ya no había nadie que quisiera soñar conmigo.




Anna.

agosto 27, 2010

Naranja

Mi color preferido. Naranja ternura, naranja sabor caricia. Naranja como las hojas secas en esos días de otoño que dormíamos muy juntos el uno junto al otro. Naranja como las tardes de verano que descocí para guardar en un globo. Un globo naranja, y mío, como ese verano. Naranja merienda a la sombra y naranja el rayo de sol que se colaba entre nuestras horas mal tejidas y con agujeros. Naranja sorpresa sin sentido, sorpresa de mediodía, sorpresa de ser queriendo. Naranja color canción, de esas que yo cantaba colgada de los árboles, y vos escuchabas medio pensando, medio soñando, medio creyendo que ya no bajaba más.

A mí me gustaba el naranja. Y a vos el negro. Y los dos sin darnos cuenta que halloween puede ser todo el año.

Naranja despedida agridulce. Naranja el calor de tu abrazo. Naranja mi globo y nuestro verano.

Naranja atardecer.


Anna.

agosto 25, 2010

Helena



 Hace días que asomado al balcón
he perdido el jornal charlando con un gorrión
más aburrido que yo.

O mirando cómo se deshoja un encinar,
oliendo romero
Cómo vuelven a florecer y se vuelven a deshojar.  
 
Hace días que no sé cuantos días hace.
Hace días que me estoy diciendo...
mañana y espero... y espero.

Viviendo con nada.
Trabajando por nada y un día como si nada morirme de nada.
Adiós. Gracias.

En el fondo de un bar tomándome
un perfumado para calentarme
el corazón mientras llega la muerte a jugar al subastado.

Hace días que no sé cuantos días hace.
Hace días que me estoy diciendo...
mañana y espero... y espero... y espero...

Asomado al balcón espero.
Desnudando el horizonte espero.
Espero por Navidad y por la Magdalena de día y de noche
que vuelva Helena, que vuelva Helena...

y es que cuando pasa por mi calle
incluso los geranios le guiñan el ojo.
El aire se vuelve tibio con su aliento
y los adoquines miran hacia arriba, su piel morena.

Cuando pasa Helena.
Cuando ella mira sabes que la fuente cuando ella quiere,
la da. Cuando ella llora, sabes qué es el luto.
Cuando ella calla, todo yo tiemblo.
Cuando ella quiere, el amor emprende el vuelo...
Y entre tejados se columpia
el sol y los pajaritos de los cables de la luz miran
celosos como se ríe y se mueve.

Color de larga espera y perfume de luna llena mi Helena.
Mi Helena...

pero...
Hace días que el estar de pie me hace daño,
el reúma me rompe los dedos
y ha huido el último gorrión.


Joan Manuel Serrat
https://www.youtube.com/watch?v=0uStm-9C3po 
-originalmente en catalán.

agosto 22, 2010

Maldito invierno de rodillas. Vos y tus horas grises color angustia. Vos y tus reniegos de consuelos mal paridos. Vos y tus carcajadas sabor burla con hierba seca en la garganta. Vos y tus atardeceres pálidos sin naranja, sin ojos con lluvia ni medias lunas, ni sillas hamacas con cuentos.

Maldito invierno embustero, que te llevaste mis esperanzas en un copo de nieve. Maldito invierno, que agotaste mis sonrisas con tus canas. Maldito invierno, malditas tus idas sin v de vuelta y malditas tus transacciones de pasajes sin permiso.

Maldito invierno, que te arraigas como adherido a la piel, como papel mojado, como con ganas de vivir de la vida de otros. Maldito invierno, que mataste a sangre fría...

...que envenenaste todos mis poemas, todas mis alegrías.




Anna.

agosto 20, 2010

¿Por qué, noche,
sos tan cruel conmigo?
¿Por qué me lo traés,
Una y otra vez,
Y lo das vuelta dentro mío?

¿Por qué, noche,
Cuando logro olvidarlo de día
Lo traés de nuevo
Como la condena del sueño
De esta muerta viva?

Ay, noche,
Cómo me torturan
Tus vaivenes imposibles,
Los deseos infelices
Que plantas en mi piel,
La sombra de su cuerpo
Trepando el dosel,
El fantasma de su boca
Sabor a miel,

Sabor a noche…

Que desde que se ha ido, noche,
Desde que nos ha dejado solas,
Que me acosan los reproches
Del pasar de las horas…

Ojalá tu hechizo
Alcanzara para traerlo
De vuelta conmigo,
Noche.

Ojalá tu hechizo así
Le susurrase al oído
Al igual que al mío
Que vuelva junto a mí.

Anna.

agosto 10, 2010

Poesía para necios

Y pensarás que fueron cosas en las que no creí.

Pensarás que mentía.

Pensarás, de lejos, sin decirme, que soy muy hipócrita, y que todo esto -esto que digo aquí- todo esto fue un simple "porque sí".

Pensarás, mientras me decís seriamente que es hora de que empiece a pensar en crecer, pensarás que en realidad vos tampoco sos nada de eso, nada de eso que vos decís.

Y es que todos necesitamos de vez en cuando ser un poco hipócritas. ¿O no, corazón?

Y yo te miraré desde abajo, sonreiré, medio llorando, y me quedaré callada. Otra vez.

Qué más da, si hasta acá no has entendido nada, ¿qué diferencia hay?

Que no supiste ver, corazón, en mi poesía, que había algo que no es hipocresía, mi vida, sino necedad.

Porque todavía miro con ojos de niña este mundo, riendo y llorando por antojo, sin entender algunas cosas, esas que vos te empeñás en explicarme y te enojás porque yo no quiero entender. ¡Al diablo con el chiste de que no supe responder! ¿Quién fue hipócrita, si yo nunca dejé de creer?

Entendé vos esto: es porque no me supieron, porque no me supiste querer.

No me supiste querer.

Y no sabés.

Todavía.



Anna. 
Ahora rimando, pero todavía sin versos.

agosto 09, 2010

Que sea verano. Que sea verano y de noche. Y que llueva. Que sea verano, de noche y que llueva. Y que estés conmigo.

Empecé a usar signos de puntuación cuando te fuiste. Creo que hasta entonces no sabía que se podían usar los puntos suspensivos para no terminar una frase. No sabía que a veces hay frases que no se pueden terminar.

Todavía me olvido de cerrar las ventanas y de ponerle azúcar al café. Todavía leo Sbarra de noche y me despierto antes de llegar al final del camino que te trae de vuelta hasta mí.

Que sea verano. Así estamos afuera, y estamos desnudos, y así estamos bien. Que sea verano y de noche, de noche y que llueva, así nos mojamos la piel y estamos bien. Que llueva, que llueva mucho, así no podés irte a tu casa con la excusa de una tardanza que a nadie le importa. Así te quedas conmigo, y así estemos bien.

La parada de colectivo que nunca debiste tomar y en la que te dejaste un sombrero negro que yo rescaté del invierno. Una canción que me descose las sábanas con los versos que yo debí haber escrito. Para vos.

Que sea verano.




Anna. 
Al mejor estilo José Sbarra.

julio 26, 2010

Ilusiones

Será que me lo imaginé, ahí, junto a mí. Será que me lo imaginé, bien parado, vestido de negro, sonriéndome. Será que en realidad, yo lo quería así.

Juraría que fue él quien estuvo anoche conmigo. Su aliento acariciándome, murmurando, con palabras casi tangibles, con suspiros que se escapaban, no sé si de mi boca o de la suya. Yo sé que fueron sus manos, era su olor, sé que había algo en el aire, esta sensación de soledad que se llena...

Y yo quería que estuviera ahí. Y yo quería. Y yo quería. Y yo quería.

Será que me lo imaginé... Porque quise mirar sus ojos... y no lo reconocí.

No pude encontrar su mirada... no pude.

Será que me lo imaginé...

Y es que yo lo quería así.


Anna.
Ojalá tuviera la certeza de que me estás esperando. Ojalá supiera, como sé que en invierno hace frío, que estarán tus brazos ahí, tus ojos, cuando necesite una mirada de consuelo. Que estarás ahí, para mí.

Ojalá supiera decirte mi amor, mi vida, ojalá estuvieras. Ojalá estuvieras.

Subir, por la escalera de tu espalda contando mis lágrimas, haciéndome agua en tu boca y plantando estrellas en el horizonte de tu pecho para nacer de nuevo mañana.

Dejame ahogarme, ser con vos. Ojalá pudiera decirte, amor, oh, mi amor. Ojalá pudiera.



Anna.

junio 30, 2010

Danza

Sólo bailar y bailar… bailar hasta que me revienten los pies. Bailar hasta que haya sonado toda la música del mundo, hasta que no queden más lentejuelas en mi traje. Bailar hasta que la mente se me quede en blanco y deje de escucharlos diciéndome qué hacer. Bailar hasta que no pueda levantar más los brazos ni mover las piernas, hasta que se me quiebren los labios y se expriman mis pulmones. Bailar, cantar, reírme. Escuchar la música y olvidar.

Olvidar todo.


Anna.

junio 26, 2010

Te amé con locura, te convertí en mí, en mi vida, en mi luz y mi sombra, en mi sueño más perfecto. Te hice con telas de piel y huesos, pero con alma al óleo y de versos cruzados; cosí tus partes con cariño, con el cuidado del que teme perder(te). Uní tus cabellos con miel, pinté tus labios con sangre. Te hice modelo y amante, y me enamoré de tus ojos, de tus pupilas adornadas de crisantemos y caracoles.

Te amé como nadie. Y tú, sabiendo, y porque lo sabías, te arrojaste sin orgullo contra el mármol asesino de las escaleras. Para que yo no pudiera olvidarte. Para que no pudiera nunca dejar de amarte. Para vengarte porque te había quitado la manzana de oro que soñé en tu corazón. Para que nunca pudiera devolvértela.

Porque vos también me amabas.


Anna.
Es increíble como hielan los pies cuando uno camina solo. Bueno, tal vez así pasa siempre, pero es como si al caminar solo uno lo notara todavía más. Como si encima de que hace frío, y está todo gris, al invierno no le alcanzara con verme caminar hacia ningún lado y me pinchara con sus manos heladas la planta fina de la zapatilla, que poco se resiste a ellas.

Así, con los pies helados y una mano en el bolsillo, caminando acompasado con el ritmo de mi respiración, voy hacia ningún lado.

En la cabeza me hacen ruido pisadas de personas que no encuentro caminando conmigo. Y mientras atravieso los lugares ya conocidos, me parece que recién ahora estoy viviendo algo, y que todo lo anterior no fue nada más que un sueño. Mirá, en el bar de esa estación de servicio fue donde lo conocí a Tellperion, me digo sin saber si echarme a reír, porque me acuerdo de cosas que ya no existen. O quizás no existieron nunca.

De pronto me pregunto por qué el mundo está tan callado, y levanto la vista, dejando que la brisa fría me revuelva el flequillo. Me doy cuenta de que el semáforo está en rojo, y no hay autos andando. No hay nadie. La brisa se detiene, y yo también; por un eterno instante, es como si el mundo se hubiese parado.

Creo que contengo la respiración, inconscientemente, y ese momento me atrapa, me arrincona, y me da miedo, estar tan solo. Quedate, me dice alguien, una voz que conozco. O que solía conocer. No te vayas. Quedate. Y yo, saboreando ese sonido tan gastada por lo años, quiero hacerle caso. Quiero dejarme convencer, quiero quedarme. Ahí, aquí. Entonces, ahora.

Y entonces el semáforo se pone en verde, y pasa un auto raspando el pavimento y levantando arena y barro. En la esquina, alguien protesta mientras se sacude la ropa salpicada. El bocinaje de la estación de servicio me aturde y el viento aprovecha que estoy distraído para congelarme las orejas. Siento el dolor punzante en mi cabeza por no respirar. Miro a mi alrededor, atontado por la falta de oxígeno, sin entender. Y me encuentro solo.

Y entiendo.

Ya es tarde, pienso, metiendo la otra mano en el bolsillo también, para intentar desentumecer los dedos. Al final decido no reírme.Y sigo caminando.





Anna.

marzo 15, 2010

Quise tocarte la piel, quise estar cerca.

Y en un escalofrío descubrí tu cuerpo y me lo aprendí de memoria.

Cinco minutos, sólo cinco minutos para estar con vos.

Esas palabras melosas que no te podía decir en serio. Esos versos usados por poetas comerciales y quinceañeros enamorados, pero que en mi boca sonaban a tan poco.

Y vos que te reías sin disimulo de mis intentos mal logrados.

Y yo que no sabía si ofenderme.

Después, cada instante que no aproveché con vos. El momento congelado de una luz que se enciende. Respiración en cero.

El tronco de tu espalda tentándome a hacer mi nido ahí.

En un suspiro, la luz apagada.

Cinco minutos más.



Anna

marzo 04, 2010



Si me toco los labios, sé que me estás mirando... sé que, inconscientemente, tal vez, te muerdes los tuyos, tanteando la forma de los míos con tu imaginación, preguntándote, quizá, porqué tu lengua está tan sola dentro de tu boca.


Anna.

febrero 22, 2010

La idea era no existir. No existir… aunque el concepto iba un poco en contra de los principios que siempre quise que fueran míos. Los sigo deseando, de vez en cuando, de lunes a viernes, de ocho a doce. Los fines de semana un poco más. Sólo cuando me siento sola.

La idea era no existir, pero era un concepto tan abstracto –o tan concreto, no sé- que no me cabía en la imaginación. Y así y todo, lo deseaba. Deseaba, necesitaba perderme. Lo que fuera por no sentirme como me sentía.Y hasta tenía un plan. Sí, un plan para no existir. Y no era precisamente matarme, porque en la cabeza, al menos, me cabía otra vida, otra existencia. Y yo quería no existir.

Así que el plan, básicamente, era dejar de ser yo. Fácil, en un mundo tan lleno de caras para imitar. En un mundo tan llenos de máscaras, y máscaras de máscaras. Te juro que lo intenté… Pero cada vez que me ataba el nudo a la nuca, vos aparecías de sorpresa para, entre broma y broma, dejármelo caer de nuevo. Vos y tu estúpida manía de ser optimista. Vos y tus estúpidos besos pegajosos. Vos y tus estúpidas versos robados. Vos y vos y vos.

Porque yo quería no existir, sólo para escaparte. Y por vos que no puedo hacerlo.

A la mierda con todo. Me dejaste sin plan, sin ganas, sin mí y sin vos –a veces pienso que lo haces de gusto-. O me vas a decir que fue sin querer que me dejaras. O me vas a mentir, que todavía pensás volver. O me vas a devolver mis ganas de perderme, para no tener que pensar en vos nunca más.

Ya sé, es mi culpa por no querer olvidarte. Eso me vas a decir.

Y yo me voy a quedar pensando cómo hacer para no estar aquí. Para desaparecer de todos lados. En definitiva… para no existir.



Anna.

Antes

Vi que era una plaza, como tantas otras plazas. Y en ella había un columpio, como tantos otros. En el columpio había una niña que se reía. Como tantas otras niñas que se ríen. Como solías reírte vos.

Me pregunté entonces por qué cuando pude no me hice pequeño y enterré en tu zapato. Por qué no te arranqué esos pedazos de atardecer que guardabas en tu bolso de peluche y ni me los quedé para recordarte ahora.

Imaginá mi sorpresa cuando levanto los ojos y una niña me ofrece su columpio con aire de superioridad. Yo la miro, inquisitivo, y sonrío pensando en vos…

Mi mundo diminuto se expande para abarcar una plaza más, como tantas otras plazas; esta plaza, este columpio, esta niña. Este atardecer con olor a usado. Como tantos otros atardeceres. Y esta sonrisa nacarada de niña que ya creció.

Es cuando me miro las manos y me doy cuenta… cuántas arrugas han dejado los años. Y, medio aturdido, me encuentro sin saber cuándo se me han pasado.




Anna.

febrero 20, 2010

Jugar por jugar



Y jugar por jugar
sin tener que morir o matar,
y vivir al revés
que bailar es soñar con los pies.



Joaquín Sabina

febrero 17, 2010

Esencia

La poesía corre por mis venas, como la sangre.
Soy venas.
Soy sangre.
Soy poesía.

Somos poesía de Dios.

Anna.

Excusas, excusas...

Porque no puedo ser como una persona normal.
Porque no tengo la cabeza chata, porque no puedo dejar mis pulgares olvidados en la mesa de luz cuando me levanto para no tentarme de acariciarte la mejilla.
Porque si al menos tuviera el cuerpo menudo, los labios de muñeca barbie -o sea, de plástico- la sonrisa pintada al óleo y la mirada vacía. Porque los pechos que te llenan tienen poco de mí.
Porque cargo todo esto adentro... todo esto, como el peso de algo que no es mío, y estoy obligada a llevar. Como las semillas de esta mandarina que con frustración tiro contra la pared despintada del patio.
Porque no puedo terminar nada, porque no puedo volver a empezar. Porque odio las despedidas y los cambios de estación.
Porque mi cerebro no funciona como el de los demás. O eso me han dicho.
Porque desenterré esta rosa amarilla que había enterrado de chica y ahora vuelve a mi por venganza. Porque no nací para andar suelta de esta manera.
Porque me pierdo.
Porque me da miedo.

A lo mejor por todo eso... a lo mejor por eso no termino de entender cómo ser feliz.



Anna.

Feelin' lonely

Como dos amatistas, aún desde tan lejos, sus ojos saludándome de noche. Perdida en la floreada soledad de la sociedad sintiéndome como un pecesito amarillo en su burbujita de cristal almidonado, sola, sola, siempre sola.

Como ese grillo con insomnio que me asola en sueños, sin cansarse de llorar. ¿Por qué llora el grillito? ¿Será que perdió a alguien, alguien que se inventó? Y al despertar se dio cuenta de que nunca había existido. Él y yo, llorando por lo mismo, separados por una pared, el idioma y un metro sesenta de estatura.

Una cascada amarga, amarga, un ruido sin rima ni ritmo. Tus ojos amatista. Tus ojos que no existen.
Y yo sola, sola... siempre sola.



Anna.

Otro cuento viejo

Hacía mucho que no escribía, y creo que por eso nadie dijo nada. Intentando ser optimista, me incliné por pensar que -para alguien que llevaba casi un cuarto de siglo sin tomar la lapicera- el resultado era bastante bueno y los había dejado mudos de impresión. O bueno, eso quería creer.

De todas maneras, no me detuve. Era como si de pronto se me hubiera caído la máscara y empezaba a sentirme un poquito más cerca de mí. Como sí hubieran abierto la reja de esta prisionera, por tantos años. Tarde me di cuenta de que me había entusiasmado de más, porque llegando a la página supe que no podría parar hasta haberlo acabado. Quizá porque no hacerlo significaba, en parte, no salir del todo y yo no quería. Estaba harta. No más, me repetía, y seguía escribiendo.

No supe en aquél momento qué hacían los otros. No me importaba la gente, por primera vez en mucho tiempo, y creo que muy en el fondo me maldecía por haber esperado a ser tan vieja para descubrir eso. Para convencerme de lo estúpida que había sido. En algún recóndito sitio de mi consciencia quedaba aún el recuerdo vago, vaguísimo, de aquél momento fatídico en el que decidí no escribir nunca más. La vida había sido sencilla desde aquél momento. Sencilla, pero a lo mejor también por eso frívola y vacía. Cada una de las palabras que herían el papel con los arañazos de mi pluma valía más -me daba cuenta- y era más verdad que todos los años que había vivido hasta aquél momento, convencida, idiotizada con que nada ganaba haciendo eso, que a mí me gustaba. La vida no es para disfrutarla, es para trabajar.

Al diablo con todo. Ya estoy vieja y la vida se me acaba, no me vengan con cuentos con moraleja. Desde ahora escribo YO.

Terminé con un trazo confuso, casi un rayón de niño. Qué extraño era reencontrarme con mi caligrafía, con el olor a tinta, con ese glorioso dolor en los dedos. Estaba orgullosa, aunque no estaba segura de lo que había escrito.
Con delicadeza tomé el papel y lo exhibí con pompa a los otros, esos que me hacían analfabeta, inculta y desinteresada. Esos que me dirigían miradas de repulsiva sorpresa, como esperando que en cualquier momento la hoja se me escapara de las manos y yo tartamudeara una disculpa por haber mentido que sabía. Una disculpa por ser mujer y por conocer el arte de las letras, que a su criterio les pertenecía.

Los miré con humildad, aunque en el fondo los desafiaba, carraspeando con aspereza para empezar a leer. Concluí con el pulso acelerado y la última frase aún agarrada a la lengua.
El hombre de peluca se levantó de su asiento tapizado.

Lo verdaderamente interesante -decretó observando a sus colegas con una sonrisa mal disimulada en los labios blancos- es que después de tanto tiempo vivido, todavía no lo he visto todo. Y créanme muchachos, yo he visto muchas cosas.

Los congresales parpadearon desconcertados; desde el sillón alto, el director me guiñó discretamente un ojo. Yo me reí para mis adentros, tal vez por el sarcasmo mal disimulado de la frase que nadie quería entender. Tal vez sólo porque tenía ganas de reírme.
Y a mis espaldas sentí que la vida se reía conmigo, que se rompía algo y que nacía otra cosa. Sentí que nada estaba concluido.

- Al fin y al cabo -oí quejarse a un joven ex-alumno a mi derecha- los viejos hacen lo que quieren.
- Porque podemos, hijo, porque podemos -le contesté yo-. Ya llegará tu turno, que no te apures por tenerlo.

Él no entendió, y yo sonreí. Ya le sobraría el tiempo.



Anna.

Cuando das cartas al tiempo

Cuando das cartas al tiempo.
Cuando ya perdiste una historia.
Cuando no volvías.

Y sin embargo… sin embargo yo nunca pude hacerlo. Nunca pude huir.

Tenía una guitarra que olía a viejo, a gastado,
Y la voz del juez.
Una avanzada de soldaditos de plomo.

Y sin embargo, lo que yo más quería… lo que yo más quería, era un violín.

Solo todos los días.

Como quién busca un atardecer de girasoles.

Como quién no tiene nada que hacer.

Y yo como una imbécil intentando escribir.

Siempre te amé.




Anna.

Nando

Ojos grandes. Grandes y negros, dos pozos sin fondo.

Pelo lacio y negro. Voz grave, risa fácil, labios gruesos. La nariz como la curva de una montaña rusa que termina en tu boca. La expresión de las cejas como de quien sabe qué decir, como de quien está seguro. O finge estarlo.

Espalada ancha, hombros firmes. Manos grandes. Manos que acarician. Manos que besan. Esas manos que siempre supieron encontrar las mías.

Violín, guitarra y piano. Sabina, Serrat, Silvio y de vez en cuando Ismael Serrano. Una partida olvidada de dados sobre la mesa para besar de punta a punta tu almohada. Tu piel siempre más oscura, siempre más caliente.

Una noche de película, pizza y amigos.

Ese sentimiento camuflado en tu mirada chocolate.

Y esta niña que te mira con los ojos encendidos. Esta niña sola que te exige un cuento de hadas, medio con con tono de auxilio mal disimulado.

Un verso salido de una canción muy vieja, que nadie se acuerda, sólo vos.

Un principio, una vuelta, un fin. Otro comienzo. Y cruzando de esta esquina mi alma envuelta en papelitos de colores, lista para ponerla bajo tu arbolito.

Sólo para vos.

Te amo.



Anna.

MI hermana

Bajé las escaleras corriendo, intentando no llorar, enjugándome las lágrimas antes de que cayeran, para evitar que corriesen el maquillaje. Para que nadie se diera cuenta.

Bajé las escaleras corriendo, sin pensar que encontraría a alguien. Pero allí estaba ella, con su vestido rosa chillón, como para no llamar la atención de nadie. De la sorpresa, me tragué el llanto de golpe, aunque ella ya se había dado cuenta de que algo pasaba.

No me preguntó. Nunca preguntaba. Me tomó de la mano con aire indiferente, y me llevó lejos de la fiesta. Afuera. Allí el cielo brillaba, perlado de estrellas. Deseé ser una de ellas, y estar ajena a todo esto. Estar lejos. Huir.

- Si mirás tanto para arriba se te va a acalambrar el cuello. – Me dijo, y se dejó caer en un banco a un costado. Yo me senté a su lado.
- ¿Está aburrida la reunión? – inquirí, como para hablar de algo y no pensar en mí.
- Sí. – Me contestó casi en un murmullo. Yo la observé de reojo y con horror me di cuenta de que ella también había estado llorando.
- ¿Ha pasado algo? – pregunté con cautela - ¿Pelearon?

No contestó. Ni me miró. Pero supe por su cara que había sido así. Con un suspiro la abracé y la estreché contra mí.

- ¿Y si nos vamos a la casa? – propuse a media voz – Tengo helado. Y galletas. Y Moulin Rouge.
- Me parece un buen plan – repuso ella, y ahora noté que se estaba conteniendo de nuevo. Me puse de pie de un brinco y le tendí las manos. Ella no las tomó, y se levantó por sí misma. Me dirigió una mirada despectiva y yo me reí.
- Tonta.

Ella esbozó una sonrisa torcida, y juntas nos encaminamos por el caminito de grava. Ya habría tiempo después de disculparnos por irnos sin saludar.

Tal vez porque nos une ese incomprensible lazo de sangre, que la mayoría de las veces uno olvida. Tal vez porque nacimos casi al mismo tiempo. Tal vez porque las heridas que otros nos hicieron nos obligaron a curarnos entre nosotras. Tal vez porque simplemente debía ser así y así es.

Lo único que puedo afirmar con certeza es que jamás alguien mereció tanto un título otorgado por el azar.

MI hermana.






Anna.

Amigos

Sólo agarrar la lapicera, y empezar a escribir. Sólo eso.

Y sin embargo, cuando pensaba qué escribir, las palabras se me iban en canciones, y las canciones en recuerdos, y los recuerdos en sentimientos sin nombre.
Sólo agarrar la lapicera…

Fue como ir cuesta arriba. Como subir una escalera que parecía que no se acababa nunca y a veces –muchas veces- daban ganas de solamente echarse al suelo y llorar, y llorar… Pero entonces, desde un escalón más arriba, alguno me tendía una mano y entre risas me recordaba que no era yo la única del problema. Aunque a veces lo creía así –tantas veces-.

Es una relación rara. Como de conexión. Una aceptación muda e inconsciente. Una certeza infundada, una sonrisa sin razón, una calidez en el alma como por arte de magia.

Eso es tener amigos.
Que si necesitas hablar… ¿Estás bien? ¿Qué pasa? Gracias. Fue genial eso. Estás linda hoy. ¿Dónde te habías metido? Te extrañé. ¡Por eso te quiero!

Para siempre, ¿no?

Tantas cosas. Tantas caras. Tantos nombres.

Un beso, un abrazo, una sonrisa. Una lágrima. Todo lo aprendí de ellos, de ustedes. A lo mejor yo hasta enseñé algunas cosas también. Con cada uno de mis amigos compartí una parte distinta de mi alma, y sólo con dos mi alma entera.

Las palabras se me fueron en canciones…

Canciones inventadas, chicos lindos, problemas de matemáticas y cuentos de hadas. Un baile pintado con acuarelas. Sal teñida de colores. Días sin noche y fiestas mojadas. Tierra Media a la vuelta de la esquina.
Las canciones en recuerdos…

Cuando lloré por él, estuviste ahí. Cuando sonreía como una tonta, estuviste ahí. Cuando hablaba locuras, estuviste ahí. Cuando aprendí a dibujar estuviste ahí. Cuando escribí el primer poema, estuviste ahí. Cuando el final de esa serie me rompió el corazón, estuviste ahí. Cuando necesitaba una lapicera, estuviste ahí. Cuando jugábamos a las súper gemelas. Cuando cantábamos a los gritos y no atendíamos ni la puerta y el teléfono. Cuando le dedicábamos canciones a personas secretas y escribíamos sus nombres en clave. Cuando nos convertimos en defensoras del árbol. Cuando estaba completamente sola. Cuando aprendí a enseñar. Cuando se me enredaban los pies con ese paso imposible. Cuando nos perdimos en Buenos Aires. Cuando nos caminamos medio provincia por una parada de ómnibus. Cuando escuchábamos como zombis ese piano mágico, en ese barco salido de un sueño. Cuando mi mp4 no tenía pilas en esas ocho horas de aeropuerto. Cuando necesité un hermano mayor. Cuando me caí del esquí y no me podía parar. Cuando esas mujeres locas quisieron hacernos daño. Cuando jugábamos a las sardinas, al pictionari, al truco y al uno. Cuando nos perdimos por el teatro una tarde aburrida. Cuando compartimos una botella de agua y nos hacíamos los borrachos. Cuando no podía matar a ese orco nivel uno.


Los recuerdos en sentimientos sin nombre.

Porque para cada uno tiene un nombre distinto.

Para cada uno… una parte de mí.



Anna.

Gustavo

Te veía con estos ojos de niña y no entendía. No entiendo. Aunque, hay algo de mágico en no entender. Algo de mágico y algo de miedo.

- Bienvenida al juego –me decís, y parece que me estás diciendo “bienvenida al mundo”. Y yo que siempre hasta entonces había vivido en las nubes. O bajás, o bajás, que no sabés de lo que te estás perdiendo. Ja, sí, siempre me perdí de algo.

Y vos que siempre te quejabas de viejo... si a veces parecía que la vieja era yo, cuando vos te matabas de risa y yo dudaba. Lo que daría por quitarte de encima unos cuantos años y cargármelos al hombro para usarlos de vez en cuando.

Es muy loco, ese mundo tuyo. No lo entiendo. A veces quisiera que en lugar de pedirme que baje, te vinieras volando hasta aquí. A veces me pregunto si no te lastima, tanto mundo, y me preocupo por vos… que después te dejás ver con ese asomo de sonrisa abrillantada en la comisura de tus labios secos para convencerme de que no es así.

No es así, no es así, no es así.

Definitivamente, de algo tuve que haberme perdido.

De todas formas, sé que por más que nunca termine de bajar del todo, podemos estar cerca. Podemos, lo estamos. Creo.

Sólo hace falta tu meñique, el mío, y ganas de estirar los brazos. Ganas. Ganas de ser yo, ganas de ser vos, ganas de querer llevarnos bien. Ojalá nunca seas tan viejo como para perder las ganas de eso. Ojalá nunca lo sea yo.

No sea que dejes de llamarme nena, y entonces yo me dé cuenta que de verdad lo soy. Siempre lo fui.

Te quiero.



Anna.

Palabras vacías

No quiero hablar como la gente grande. No quiero hablar, ni ser nunca como ellos. Quiero crecer, pero no quiero ser nunca una persona grande.

Las personas grandes creen que lo saben todo. Hablan del amor como se habla de política, del amor como se habla de cuánto subió el precio del arroz, del amor como se habla de una materia pendiente.

Creen que lo saben todo, porque se han acostado una y quinientas veces, porque han visto cosas que a los más chicos no nos dejan ver, pero que imaginamos.

Después, cuando se aburren, te prohíben enamorarte. Te matan el amor a hachazos y todo porque a ellos se les ha muerto, seco y marchito, desde que la piel se les derrama y les ocupa todo el colchón.

No quiero ser nunca así. No quiero enlatarte y meterte debajo de la cama para sacarte cuando tenga ganas. Eso no es amor.

Amor es mezclar palabras, sudor y saliva. Amor es nuestros secretos, tu sarcasmo y mi risa. Amor es la cama que a veces compartimos, pero no es sólo eso. Amor es saber que estás ahí. Amor es saber que estoy aquí, y que estoy pensando en vos. Amor es recordar tu boca, tu olor, tus manos, pero es también recordar como cantás, tus chistes y la cara que ponés cuando algo te molesta.

Para la gente grande, amor es sexo y se puede amar sin saber qué tipo de beso le gusta más a la otra persona. Para ellos se puede amar por una noche, y luego despertar. Yo también puedo amarte por una noche ¿sabes? Pero vas a saber que lo mío es amor, porque jamás me voy a olvidar de vos, y tu fantasma volverá para atormentarme cuando no estés y yo quiera estar con alguien.

Amor es mirarte y que tu mirada me cuente sin palabras que me querés. Me querés y yo te quiero, y nuestro amor es tan fuerte que aún con la ropa puesta se siente el calor que irradia la piel.

No quiero ser una persona grande. Porque las personas grandes se cansan de amar. Se cansan y para colmo le hacen mala propaganda al amor. ¿Y qué saben ellos?

Quedate conmigo un rato más, quedate conmigo para siempre. Y que ese rato sea eterno, ya vas a ver, no vamos a crecer nunca. Congelaré tu mirada en mis ojos, para recordarte cuando ya no sepas, como se siente esto de besarte por primera vez.

Voy a colgar esta primavera en mi ventana para que no se me olvide, y tenga una razón para sacarte las manos de los bolsillos cuando te estés empezando a aburrir.

Y cuando ya no tenga qué darte…
…cuando no tenga qué darte, me inventaré de nuevo, para que no te vayás.

Quedate conmigo.



Anna.

Síndrome

Máscara triste. Ojos como pozos de recuerdos. Misteriosa fascinación, esos ojos. Como algo cercano y lejano al mismo tiempo. Como nada y todo en una mirada.
Piel de sal. Sombras perdidas entre las páginas de un Alan Poe resucitado para ser mujer. Máscara triste. Corazón de hoja caída. Un eterno invierno.

Máscara de azúcar. Pura sonrisas mudas. Palabras suaves, a penas una brisa. Un copo de nieve que se deshace en suspiros. Un caramelo de dulce de leche. Un gusto a miel en los labios color canción. La promesa de una primavera envuelta para regalo. Máscara de azúcar. Y mil pedazos de sueños cosidos en forma de abanico.

Máscara salvaje. Un mar rojo. Una tormenta impredecible. Un cuento sin final. Una selva viva. Deseos que rebalsan de un vaso demasiado pequeño. Una corriente eléctrica que atrapa e hipnotiza. Una llama azul y naranja con forma de guitarra y voz como un eco encarcelado gritando por salir. Una máscara explosiva.

Máscaras colgadas en el armario de un dado de infinitas caras.

Un verso, una máscara de poesías. Yo.



Anna.

Juguetes rotos

Un relámpago iluminó por un momento la habitación oscura. Oscura y vacía.

Vacía de gente, pero llena. Llena de sombras. Recuerdos que se arrastran por las paredes como delincuentes en la noche de la memoria. Recuerdos que se prenden de los restos abandonados de una infancia sin nombre.

Un relámpago en el espejo. Y a su alrededor una habitación que agoniza.

Una tormenta de soledades que golpea la ventana. Siempre lo han hecho, pero hoy… El agua de un olvido ajeno se escurre como quemando la piel de madera.

El soldado se ahoga en su uniforme gastado, en sus botas y en su sombrero cubierto de polvo. No sufre, porque no se acuerda. No se acuerda que fue héroe en tantas guerras, no se acuerda que existe un mundo más allá de su ataúd. No se acuerda cuántas veces ha muerto, porque no se acuerda que ha vivido. Su cara de plomo es una melancolía indiferente. Ya no se acuerda porqué la tiene así.

El oso de felpa está ciego de un ojo. Era el ojo que daba a la ventana. Desde que no tiene más su ojo, se ha resignado a no ver nada. El sol era la única realidad para él, y ya no está. El oso de felpa se rehúsa a mirar hacia adentro. Adentro sólo quedaron el polvo y el olvido. No hay nada dentro que el oso de felpa quiera ver. Con su ojo, se ha perdido todo lo que le quedaba. A veces le dan ganas de arrancarse el otro. Ya no lo quiere. Pero siempre cambia de opinión. No quiere admitirlo, pero aún no se ha rendido. Muy dentro de su corazón de goma espuma, aún cree que los días de sol pueden volver. Ni siquiera pide que le devuelvan su ojo perdido, arrancado, robado. No, ni siquiera eso. Sólo quiere que lo sienten al revés. Si pudiera sentarse al otro lado, podría ver por la ventana con su otro ojo. El oso de felpa todavía tiene esperanzas.

El tren, los ladrillitos, la pelota, las bolillas. El silencio que sólo puede provocar la muerte. Un silencio eterno. El silencio de los vivos que ya no tienen ganas de vivir. El silencio de uno más que cerró la puerta para matar su infancia. Un silencio de muerte.

Ella aún espera que él vuelva. Lo amaba, lo amaba sin remedio. Ella siempre lo amó, aunque él nunca la quiso. O tal vez sí, pero nunca se atrevió a tocarla… demasiado frágil. La porcelana es demasiado frágil. Sus rizos rubios parecen canas. Ha pasado mucho tiempo. Pero sus ojos de vidrio todavía tienen su imagen grabada en el fondo de sus pupilas azules. Ella siempre lo amó. Y la inconsciencia, o la locura, la hicieron creer que podría ser más que una muñeca. Nunca pensó que él podría buscar alguna vez algo más allá de su mundo de fantasía. Más allá de ella.

Un relámpago iluminó por un momento la habitación oscura. Oscura y vacía.

Su cara es dura e inexpresiva, qué no daría por poder llorar. Pero en una habitación oscura y vacía, las lágrimas pueden correr sin avisarle a nadie, sin que nadie las vea. El corazón duele, y no hace falta tener ojos para llorar. La muñeca de porcelana llora. Porque él ya no está. Porque él ya no vuelve. Porque él se enamoró de otra.

Porque él se enamoró de la realidad.

La muñeca de porcelana llora… Y nadie la ve.




Anna.

Volvé

El recuerdo de tus zapatos golpeando el piso de madera al bajar las escaleras. El olor de tu desodorante atrapado en las sábanas deshechas. El golpe que dio la puerta y sonó a un espejismo de vidrio y sangre incrustándose en mí.

En mi cabeza. En mis oídos. En mi boca.





Gusto a vidrio. Gusto a sangre. Gusto a puerta que se cierra.

Las manos frías que ya no saben cómo calentarse. El corazón atado a la cama esperando verte aparecer. Delirio. El castigo de una rutina odiosa que esclaviza. Comer, dormir, extrañarte. Comer, dormir, extrañarte. Comer, dormir, extrañarte…

El vacío de muchas caras y en ningún lado la tuya.

Todos fingen no verme, para no tener que sentirse mal por mí. No quiero que me consuelen, sólo quiero huir. Correr a tus brazos para que vos me consolés. Para contarte que ahora que vos no estás y la vida deja de ser un cuadro de Picasso para tener algo de sentido, ya no quiero que lo tenga.

Sólo te quiero a vos.

Volvé.



Anna.