febrero 17, 2010

Síndrome

Máscara triste. Ojos como pozos de recuerdos. Misteriosa fascinación, esos ojos. Como algo cercano y lejano al mismo tiempo. Como nada y todo en una mirada.
Piel de sal. Sombras perdidas entre las páginas de un Alan Poe resucitado para ser mujer. Máscara triste. Corazón de hoja caída. Un eterno invierno.

Máscara de azúcar. Pura sonrisas mudas. Palabras suaves, a penas una brisa. Un copo de nieve que se deshace en suspiros. Un caramelo de dulce de leche. Un gusto a miel en los labios color canción. La promesa de una primavera envuelta para regalo. Máscara de azúcar. Y mil pedazos de sueños cosidos en forma de abanico.

Máscara salvaje. Un mar rojo. Una tormenta impredecible. Un cuento sin final. Una selva viva. Deseos que rebalsan de un vaso demasiado pequeño. Una corriente eléctrica que atrapa e hipnotiza. Una llama azul y naranja con forma de guitarra y voz como un eco encarcelado gritando por salir. Una máscara explosiva.

Máscaras colgadas en el armario de un dado de infinitas caras.

Un verso, una máscara de poesías. Yo.



Anna.

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