noviembre 25, 2013

La entrada del edificio tenía baldosas negras y un techo de vidrio a través del cual podían verse de noche las lucecitas navideñas encendidas en los balcones de los departamentos. Desde el séptimo piso, Sara lo miraba seducida por la altura. Se imaginaba saltando sobre aquella capa de sucia transparencia, los siete segundos de libertad absoluta en caída libre hasta desaparecer contra aquél vidrio en una límpida pintura de sangre, casi como un fuego artificial, feliz navidad para todos. Sin duda desde la galería se tendría la mejor vista, quien estuviera debajo podría admirar con detalle el delicado trazo de su obra de arte, el fino hilo rojo revistiendo lentamente las canaletitas obtusas del cielorraso, el feliz salpiqueo de las gotitas contra el piso, como una lluvia cálida de verano. Lo único que la hacía dudar de lo absoluto del salto era esto mismo, la imposibilidad de contemplar su propia obra terminada, la eterna incertidumbre del éxito último, el ego impune del arte supremo. 
Sara dudaba. 
De algún piso, más arriba o más abajo, sonaban alegres villancicos. La tarde tenía ese onírico color gris-azul que tienen los cuadros pintados en diciembre. 


Anna.

noviembre 06, 2013

Florece en los lapachos un cielo político,
dónde andarás mi bien
cortando flores de otros ojos.
Se levanta el telón frío de este invierno que nos ha -quizás- maltratado más que otros,
pero todavía no llueve,
no en serio,
sigue flotando esa nube negra sobre la ciudad,
y sobre nosotros, amor.
Nos hablan de primavera a nosotros, que la inventamos;
era una mentira necesaria. Y fuimos felices, a veces.

Pero ahora
las hojas nuevas se hacen sombra, se visten para la guerra,
insidiosas
se dejan caer sobre el techo roto de la facultad vacía,
la van corrompiendo de a poquito, como las hormigas.
Y no las ve nadie. Casi como si no estuviéramos un paso antes del verano.
Ni vos, ni yo.
Casi como si no supiéramos que estamos tan cerca
del fin del mundo.

Anna.

septiembre 22, 2013

No son más silenciosos los espejos
ni más furtiva el alba aventurera;
eres, bajo la luna, esa pantera
que nos es dado divisar de lejos.
Por obra indescifrable de un decreto
divino, te buscamos vanamente;
más remoto que el Ganges y el poniente,
tuya es la soledad, tuyo el secreto.
Tu lomo condesciende a la morosa
caricia de mi mano. Has admitido,
desde esa eternidad que ya es olvido,
el amor de la mano recelosa.
En otro tiempo estás. Eres el dueño
de un ámbito cerrado como un sueño.


Jorge Luis Borges

septiembre 18, 2013

Amor constante más allá de la muerte

Cerrar podrá mis ojos la postrera
Sombra que me llevare el blanco día,
Y podrá desatar esta alma mía
Hora, a su afán ansioso lisonjera;

Mas no de esotra parte en la ribera
Dejará la memoria, en donde ardía:
Nadar sabe mi llama el agua fría,
Y perder el respeto a ley severa.

Alma, a quien todo un Dios prisión ha sido,
Venas, que humor a tanto fuego han dado,
Médulas, que han gloriosamente ardido,

Su cuerpo dejará, no su cuidado;
Serán ceniza, mas tendrá sentido;
Polvo serán, mas polvo enamorado.



Francisco de Quevedo

agosto 01, 2013

Como tú

Así es mi vida,
piedra,
como tú. Como tú,
piedra pequeña;
como tú,
piedra ligera;
como tú,
canto que ruedas
por las calzadas
y por las veredas;
como tú,
guijarro humilde de las carreteras;
como tú,
que en días de tormenta
te hundes
en el cieno de la tierra
y luego
centelleas 
bajo los cascos
y bajo las ruedas;
como tú, que no has servido
para ser ni piedra
de una lonja,
ni piedra de una audiencia,
ni piedra de un palacio,
ni piedra de una iglesia;
como tú,
piedra aventurera;
como tú,
que tal vez estás hecha
sólo para una honda,
piedra pequeña
y
ligera...


León Felipe
Versos y oraciones de caminante (1920-1929)

julio 25, 2013

Amor a primera vista

Ambos están convencidos
de que los ha unido un sentimiento repentino.
Es hermosa esa seguridad,
pero la inseguridad es más hermosa.

Imaginan que como antes no se conocían
no había sucedido nada entre ellos.
Pero ¿qué decir de las calles, las escaleras, los pasillos
en los que hace tiempo podrían haberse cruzado?

Me gustaría preguntarles
si no recuerdan
-quizá un encuentro frente a frente
alguna vez en una puerta giratoria,
o algún "lo siento"
o el sonido de "se ha equivocado" en el teléfono-,
pero conozco su respuesta.
No recuerdan.

Se sorprenderían
de saber que ya hace mucho tiempo
que la casualidad juega con ellos,

una casualidad no del todo preparada
para convertirse en su destino,

que los acercaba y alejaba,
que se interponía en su camino
y que conteniendo la risa
se apartaba a un lado.

Hubo signos, señales,
pero qué hacer si no eran comprensibles.
¿No habrá revoloteado
una hoja de un hombro a otro
hace tres años
o incluso el último martes?

Hubo algo perdido y encontrado.
Quién sabe si alguna pelota
en los matorrales de la infancia.

Hubo picaportes y timbres
en los que un tacto
se sobrepuso a otro tacto.
Maletas, una junto a otra, en una consigna.
Quizá una cierta noche el mismo sueño
desaparecido inmediatamente después de despertar.
Todo principio
no es mas que una continuación,
y el libro de los acontecimientos
se encuentra siempre abierto a la mitad.



Wislawa Szymborska 

Traducción de Abel A. Murcia

junio 28, 2013

Capítulo 8

Íbamos por las tardes a ver los peces del Quai de la Mégisserie, en marzo el mes leopardo, el agazapado pero ya con un sol amarillo donde el rojo entraba un poco más cada día. Desde la acera que daba al río, indiferentes a los bouquinistes que nada iban a darnos sin dinero, esperábamos el momento en que veríamos las peceras (andábamos despacio, demorando el encuentro), todas las peceras al sol, y como suspendidos en el aire cientos de peces rosa y negro, pájaros quietos en su aire redondo. Una alegría absurda nos tomaba de la cintura, y vos cantabas arrastrándome a cruzar la calle, a entrar en el mundo de los peces colgados del aire.

Sacan las peceras, los grandes bocales a la calle, y entre turistas y niños ansiosos y señoras que coleccionan variedades exóticas (550 fr. pièce) están las peceras bajo el sol con sus cubos, sus esferas de agua que el sol mezcla con el aire, y los pájaros rosa y negro giran danzando dulcemente en una pequeña porción de aire, lentos pájaros fríos. Los mirábamos, jugando a acercar los ojos al vidrio, pegando la nariz, encolerizando a las viejas vendedoras armadas de redes de cazar mariposas acuáticas, y comprendíamos cada vez peor lo que es un pez, por ese camino de no comprender nos íbamos acercando a ellos que no se comprenden, franqueábamos las peceras y estábamos tan cerca como nuestra amiga, la vendedora de la segunda tienda viniendo del Pont-Neuf, que te dijo: «El agua fría los mata, es triste el agua fría ...» Y yo pensaba en la mucama del hotel que me daba consejos sobre un helecho: «No lo riegue, ponga un plato con agua debajo de la maceta, entonces cuando él quiere beber, bebe, y cuando no quiere no bebe...» Y pensábamos en esa cosa increíble que habíamos leído, que un pez solo en su pecera se entristece y entonces basta ponerle un espejo y el pez vuelve a estar contento...

Entrábamos en las tiendas donde las variedades más delicadas tenían peceras especiales con termómetro y gusanitos rojos. Descubríamos entre exclamaciones que enfurecían a las vendedoras -tan seguras de que no les compraríamos nada a 550 fr .pièce- los comportamientos, los amores, las formas. Era el tiempo delicuescente, algo como chocolate muy fino o pasta de naranja martiniquesa, en que nos emborrachábamos de metáforas y analogías, buscando siempre entrar. Y ese pez era perfectamente Giotto, te acordás, y esos dos jugaban como perros de jade, y un pez era la exacta sombra de una nube violeta... Descubríamos cómo la vida se instala en formas privadas de tercera dimensión, que desaparecen si se ponen de filo o dejan apenas una rayita rosada inmóvil vertical en el agua. Un golpe de aleta y monstruosamente está de nuevo ahí con ojos bigotes aletas y del vientre a veces saliéndole y flotando una transparente cinta de excremento que no acaba de soltarse, un lastre que de golpe los pone entre nosotros, los arranca a su perfección de imágenes puras, los compromete, por decirlo con una de las grandes palabras que tanto empleábamos por ahí y en esos días.



Julio Cortázar
Rayuela (fragmento)

junio 06, 2013

El Zapallo que se hizo cosmos

Érase un Zapallo creciendo solitario en ricas tierras del Chaco. Favorecido por una zona excepcional que le daba de todo, criado con libertad y sin la luz solar en condiciones óptimas, como una verdadera esperanza de la Vida. Su historia íntima nos cuenta que iba alimentándose a expensas de las plantas más débiles de su contorno, darwinianamente; siento tener que decirlo, haciéndolo antipático. Pero la historia externa es la que nos interesa, ésa que solo podrían relatar los azorados habitantes del Chaco que iban a verse envueltos en la pulpa zapallar, absorbidos por sus poderosas raíces.
La primera noticia que se tuvo de su existencia fue la de los sonoros crujidos del simple natural crecimiento. Los primeros colonos que lo vieron habrían de espantarse, pues ya entonces pesaría varias toneladas y aumentaba de volumen instante a instante. Ya media legua de diámetro cuando llegaron los primeros hacheros mandados por las autoridades para seccionarle el tronco, ya de doscientos metros de circunferencia; los obreros desistían más que por la fatiga de la labor por los ruidos espeluznantes de ciertos movimientos de equilibración, impuestos por la inestabilidad de su volumen que crecía por saltos.
Cundía el pavor. Es imposible ahora aproximársele porque se hace el vacío en su entorno, mientras las raíces imposibles de cortar siguen creciendo. En la desesperación de vérselo venir encima, se piensa en sujetarlo con cables. En vano. Comienza a divisarse desde Montevideo, desde donde se divisa pronto lo irregular nuestro, como nosotros desde aquí observamos lo inestable de Europa. Ya se apresta a sorberse el Río de la Plata.
Como no hay tiempo de reunir una conferencia panamericana –Ginebra y las chancillerías europeas están advertidas- cada uno discurre y propone lo eficaz. ¿Lucha, conciliación, suscitación de un sentimiento piadoso en el Zapallo, súplica, armisticio? Se piensa en hacer crecer otro Zapallo en el Japón, mimándolo para apresurar al máximo su prosperidad, hasta que se encuentren y se entredestruyan, sin que, empero, ninguno sobrezapalle al otro. ¿Y el ejército?
Opiniones de los científicos; qué pensaron los niños, encantados seguramente; emociones de las señoras; indignación de un procurador; entusiasmo de un agrimensor y de un toma-medidas de sastrería; indumentaria para el Zapallo; una cocinera que se le planta delante y lo examina, retirándose una legua por día; un serrucho que siente su nada; ¿y Einstein?; frente a la facultad de medicina alguien que insinúa: ¿Purgarlo? Todas estas primeras chanzas habían cesado. Llegaba demasiado urgente el momento en que lo que más convenía era mudarse adentro. Bastante ridículo y humillante es el meterse en él con precipitación, aunque se olvide el reloj o el sombrero en alguna parte y apagando previamente el cigarrillo, porque ya no va quedando mundo fuera del Zapallo.

A medida que crece es más rápido su ritmo de dilatación; no bien es una cosa ya es otra: no ha alcanzado la figura de un buque que ya parece una isla. Sus poros ya tienen cinco metros de diámetro, ya veinte, ya cincuenta. Parece presentir que todavía el Cosmos podría producir un cataclismo para perderlo, un maremoto o una hendidura de América. ¿No preferirá, por amor propio, estallar, astillarse, antes de ser metido dentro de un Zapallo? Para verlo crecer volamos en avión; es una cordillera flotando sobre el mar. Los hombres son absorbidos como moscas; los coreanos, en la antípoda, se santiguan y saben que su suerte es cuestión de horas.
El Cosmos desata, en el paroxismo, el combate final. Despeña formidables tempestades, radiaciones insospechadas, temblores de tierra, quizás reservados desde u origen por si tuviera que luchar con otro mundo.
“¡Cuidaos de toda célula que ande cerca de vosotros! ¡Basta que una de ellas encuentre su todo-comodidad de vivir!” ¿Por qué no se nos advirtió? El alma de cada célula dice despacito: “yo quiero apoderarme de todo el ‘stock’, de toda la ‘existencia en plaza’ de Materia, llenar el espacio y, tal vez, con espacios siderales; yo puedo ser el Individuo-Universo, la Persona Inmortal del Mundo, el latido único”. Nosotros no la escuchamos ¡y nos hallamos en la inminencia de un Mundo de Zapallo, con los hombres, las ciudades y las almas dentro!
¿Qué puede herirlo ya? Es cuestión de que el Zapallo se sirva sus últimos apetitos, para su sosiego final. Apenas le falta Australia y Polinesia.
Perros que no vivían más de quince años, zapallos que apenas resistian uno y hombres que rara vez llegaban a los cien... ¡Así es la sorpresa! Decíamos: es un monstruo que no puede durar. Y aquí nos tenéis adentro. ¿Nacer y morir para nacer y morir? Se habrá dicho el Zapallo: ¡oh, ya no! El escorpión, que cuando se pica a sí mismo y se aniquila, parte al instante al depósito de la vida escorpiónica para su nueva esperanza de perduración; se envenena sólo para que le den vida nueva. ¿Por qué no configurar el Escorpión, el Pino, la Lombriz, el Hombre, la Cigüeña, el Ruiseñor la Hiedra, inmortales? Y por sobre todos el Zapallo, Personación del Cosmos; con los jugadores de póker viendo tranquilamente y alternando los enamorados, todo en el espacio diáfano y unitario del Zapallo.
Practicamos sinceramente la Metafísica Cucurbitácea. Nos convencimos de que, dada la relatividad de las magnitudes todas, nadie de nosotros sabrá nunca si vive o no dentro de un zapallo y hasta dentro de un ataúd y si no seremos células del Plasma Inmortal. Tenía que suceder: Totalidad todo Interna. Limitada, Inmóvil (sin Traslación), sin Relación, por ello Sin Muerte.
Parece que en estos últimos momentos, según coincidencia de signos, el Zapallo se alista para conquistar no ya la pobre Tierra, sino la Creación. Al parecer, prepara su desafío contra la Vía Láctea. Días más, y el Zapallo será el Ser, la Realidad y su Cáscara.

(El Zapallo me ha permitido que para vosotros –queridos cofrades de la Zapallería- yo escriba mal y pobre su leyenda e historia.
Vivimos en ese mundo que todos sabíamos pero todo en cáscara ahora, con relaciones solo internas y, sí, sin muerte.
Esto es mejor que antes.)


Macedonio Fernández

mayo 31, 2013

Lo cotidiano

Para el amor no hay cielo, amor, sólo este día;
este cabello triste que se cae
cuando te estás peinando ante el espejo.
Esos túneles largos
que se atraviesan con jadeo y asfixia;
las paredes sin ojos,
el hueco que resuena
de alguna voz oculta y sin sentido.

Para el amor no hay tregua, amor. La noche
se vuelve, de pronto, respirable.
Y cuando un astro rompe sus cadenas
y lo ves zigzaguear, loco, y perderse,
no por ello la ley suelta sus garfios.
El encuentro es a oscuras. En el beso se mezcla
el sabor de las lágrimas.
Y en el abrazo ciñes
el recuerdo de aquella orfandad, de aquella muerte.



Rosario Castellanos

mayo 23, 2013


Y pensar que antes
cuando yo era más chica
y el universo era más grande
viajar hasta tus pagos
era tocar la puerta
al fin del mundo.
Hoy, que viajo en colectivo
y me obligo
a acordarme de las cosas
encuentro a cuarenta minutos
de mi casa
el marco de tu ventana
vacía

y es tan ridículo

todo.

Anna.

abril 25, 2013

El amenazado

Es el amor. Tendré que ocultarme o huir.
Crecen los muros de su cárcel, como en un sueño atroz.
La hermosa máscara ha cambiado,
pero como siempre es la única.
¿De qué me servirán mis talismanes:
el ejercicio de las letras,
la vaga erudición
el aprendizaje de las palabras que usó el áspero Norte
para cantar sus mares y sus espadas,
la serena amistad,
las galería de las bibliotecas
las cosas comunes,
los hábitos
el joven amor de mi madre,
la sombra militar de mis muertos,
la noche intemporal,
el sabor del sueño?
Estar contigo o no estar contigo,
es la medida de mi tiempo.
Ya el cántaro se quiebra sobre la fuente,
ya el hombre se levanta a la voz del ave,
ya se han oscurecido los que miran por la ventana,
pero la sombra no ha traído la paz.
Es ya lo se, el amor:
la ansiedad y el alivio de oír tu voz,
la espera y la memoria
el horror de vivir en lo sucesivo.
Es el amor con sus mitologías,
con su pequeñas magias inútiles.
Hay una esquina por la que no me atrevo a pasar.
Ya los ejércitos que cercan, las hordas.
(Esta habitación es irreal; ella no la ha visto)
El nombre de una mujer me delata.
Me duele una mujer en todo el cuerpo.


Jorge Luis Borges

abril 24, 2013


Hablaba, y hablaba, y hablaba, y hablaba, y hablaba, y hablaba, y hablaba. Y venga hablar. Yo soy una mujer de mi casa. Pero aquella criada gorda no hacía más que hablar, y hablar, y hablar. Estuviera yo donde estuviera, venía y empezaba a hablar. Hablaba de todo y de cualquier cosa, lo mismo le daba. ¿Despedirla por eso? Hubiera tenido que pagarle sus tres meses. Además hubiese sido muy capaz de echarme mal de ojo. Hasta en el baño: que si esto, que si aquello, que si lo de más allá. Le metí la toalla en la boca para que se callara.
No murió de eso, sino de no hablar: se le reventaron las palabras por dentro.

Max Aub

abril 11, 2013

Secreta mujer

No puedo dormir.
No puedo dormir.
Atravesada entre los párpados
tengo una mujer,
secreta mujer
tan sol y tan luna
que abre mis ojos y me obliga a ver
mi desventura y mi fortuna.
Y no me deja dormir
esa mujer,
esa secreta mujer.

Arránqueme, señora, las ropas.
Desnúdeme.
Arránqueme, señora, las dudas.
Desdúdeme.
Arránqueme, señora, las ropas y las dudas.
Desnúdeme. Desdúdeme.

Secreta mujer.
Secreta mujer.
Atravesada entre mis párpados
le quiero decir,
le quiero pedir
que me deje, que se vaya.
Pero no puedo hablar a mi pesar.
Atravesada en la garganta,
me atormenta una mujer
esa mujer,
esa secreta mujer.




abril 04, 2013

Hoy se murió un pez

Hoy se murió un pez
se llamaba Claudio.
No es que me apenara su suerte,
no tuve tiempo de quererlo,
a penas llevaba unas cuantas horas
en la pecera del baño de casa.
Se murió como pez:
silencioso y panza arriba,
ni una burbuja lo anticipó.
"Hay que reclamar por este pez"
me dijo mi mamá, indignada
quizá, de que alguien pudiese morir
tan desconsideradamente,
sin haber terminado de llegar.
Yo me preguntaba si es posible
reclamarle a Dios
por haberle hecho tan corta
su corta vida de pez.
"Igual podemos comprar otro"
me dijo después mi mamá
mientras yo me acordaba
del acuario,
de todos esos Claudios nadando
iguales en el enorme tanque azul
y me imaginaba un Claudio 
yo también
muriéndome panza arriba, silenciosa
como un pez,
sola como un pez solo
y panza arriba.


Anna.

abril 01, 2013





Hay cosas peores que
estar solo,
pero a menudo toma décadas
darse cuenta de ello,
y más a menudo
cuando esto ocurre
es demasiado tarde,
y no hay nada peor
que un demasiado tarde.



Charles Bukowski

marzo 21, 2013

Pronóstico de noviembre


Destrocé el cántaro de un sueño contra el zócalo.
Su río nace a los pies de la guitarra
y va vertiendo la espuma por la ranura de las baldosas.
Una transpiración de helechos imposibles
vapora su perfume al cielorraso
y mis pies descalzos
recuerdan el borde de aquellas ramas
que nunca conocí.
Enrabiado por empujar esta burbuja de rascacielos y postes de luz,
de supermercados y caucho quemado,
desgarro la distancia y me deslizo, despacio, por mi tallo,
herido de nostalgia de hacer pie en la luna
que tiembla en la superficie de los lagos.
Quiero perderme otra vez,
como lo hice jamás,
en ese bosque vivo
que crece en la espalda de un gigante
que duerme boca abajo
y medita sobre los nombres olvidados
de cada guijarro, cada trébol,
y del corazón secreto del panal.
Me parte la sed de un vino incontenible
¿Qué enredaderas crecieron en mis ojos?
¿Dónde está ese caballo
que retumba en un galope subterráneo
y pasta en la sombra de los libros?
¿En qué relámpago se revelará su relincho?
¿Cómo hacerlo salir por la gruta de mi pecho,
cómo dejarme secuestrar en su pelaje
brillante de sol
por los senderos que trazan los pájaros?
¿Cómo llevar conmigo
a quien sea
a esta soledad en carnaval?


Gustavo Martínez Figueroa
http://eexxppaannssiioonn.blogspot.com/
http://espaciosyespejos.blogspot.com/

marzo 16, 2013

"Mientras Aladino duerme, su mujer frota dulcemente su lámpara maravillosa. En esas condiciones, ¿qué genio podría resistirse?"

Ana María Shúa

marzo 06, 2013

no llores

todavía la vida es larga y nadie está muerto

el mundo gira
el universo está expectante

podría pasar cualquier cosa

cualquier 

cosa


Anna.
No sé, me importa un pito que las mujeres tengan los senos como magnolias o como pasas de higo; un cutis de durazno o de papel de lija. Le doy una importancia igual a cero, al hecho de que amanezcan con un aliento afrodisíaco o con un aliento insecticida. Soy perfectamente capaz de soportarles una nariz que sacaría el primer premio en una exposición de zanahorias; ¡pero eso sí! -y en esto soy irreductible- no les perdono, bajo ningún pretexto, que no sepan volar. Si no saben volar ¡pierden el tiempo las que pretendan seducirme!
Esta fue -y no otra- la razón de que me enamorase, tan locamente, de María Luisa.

¿Qué me importaban sus labios por entregas y sus encelos sulfurosos? ¿Qué me importaban sus extremidades de palmípedo y sus miradas de pronóstico reservado?

¡María Luisa era una verdadera pluma!

Desde el amanecer volaba del dormitorio a la cocina, volaba de comedor a la despensa. Volando me preparaba el baño, la camisa. Volando realizaba sus compras, sus quehaceres...

¡Con qué impaciencia yo esperaba que volviese, volando, de algún paseo por los alrededores! Allí lejos, perdido entre las nubes, un puntito rosado. "¡María Luisa! !María Luisa!"... y a los pocos segundos, ya me abrazaba con sus piernas de pluma, para llevarme, volando, a cualquier parte.

Durante kilómetros de silencio planeábamos una caricia que nos aproximaba al paraíso; durante horas enteras nos anidábamos en una nube, como dos ángeles, y de repente, en tirabuzón, en hoja muerta, el aterrizaje forzoso de un espasmo.

¡Qué delicia la de tener una mujer tan ligera..., aunque nos haga ver, de vez en cuando, las estrellas! ¡Qué voluptuosidad la de pasarse los días entre las nubes... la de pasarse las noches de un solo vuelo!

Después de conocer una mujer etérea, ¿puede brindarnos alguna clase de atractivos una mujer terrestre? ¿Verdad que no hay una diferencia sustancial entre vivir con una vaca o con una mujer que tenga las nalgas a setenta y ocho centímetros del suelo?

Yo, por lo menos, soy incapaz de comprender la seducción de una mujer pedestre, y por más empeño que ponga en concebirlo, no me es posible ni tan siquiera imaginar que pueda hacerse el amor más que volando.



Oliverio Girondo

febrero 26, 2013

¿Te acordás cuando
el otoño era algo
maravilloso
y no teníamos miedo?

¿Qué habrá sido
de toda esa gente
que hoy parece inventada?


Creo que todo
me preocupaba más
entonces,
y sin embargo
éramos tan hermosos

Vos decime si 
las cosas
nos habrán salido bien
o mal

Los detalles
que nos hicieron lo que
somos

Él, 
que esperaba siempre
Y ella
que no esperó nunca

Y todo para que 
después
como los perros
nos hagamos viejos
y no haya ni un hueso
que nos valga la pena
roer

¿Dónde andarán esos 
labios?
¿En qué bocas?

Anna.

febrero 25, 2013

Bolero

Qué vanidad imaginar

que puedo darte todo, el amor y la dicha,
itinerarios, música, juguetes.
Es cierto que es así:
todo lo mío te lo doy, es cierto,
pero todo lo mío no te basta
como a mí no me basta que me des
todo lo tuyo.

Por eso no seremos nunca
la pareja perfecta, la tarjeta postal,
si no somos capaces de aceptar
que sólo en la aritmética
el dos nace del uno más el uno.

Por ahí un papelito
que solamente dice:

Siempre fuiste mi espejo,
quiero decir que para verme tenía que mirarte.

Y este fragmento:

La lenta máquina del desamor
los engranajes del reflujo
los cuerpos que abandonan las almohadas
las sábanas los besos

y de pie ante el espejo interrogándose
cada uno a sí mismo
ya no mirándose entre ellos
ya no desnudos para el otro
ya no te amo,
mi amor.

Julio Cortázar

febrero 21, 2013

Y cada noche
que no duermo
es como un tirón de lluvia
sobre un campo seco
que ansiaba libertad
de garganta

Y cada vez
que campanas
gritan nuestras sombras
las horas pasan solas
una felicidad sucia
no explicable

El sonido de
y vos tan inseguro
son cosas que pasan
como la vida
son cosas que pasan
como nosotros


Anna.

febrero 08, 2013

En estos días


Te sientas en la silla frente a la ventana.

La vereda bajo el sol tiene la nostalgia de un río seco. El caudal de basura de tantos desconocidos se estanca en el borde del cantero y ya ni el viento puede sacarlos, estrujados por la inercia del consumo. Las sobras del sabor publicitario. Los envoltorios de chicles, cigarrillos y galletas transitaron a lo largo de toneladas de asfalto de carretera hasta llegar al quiosco, y ahora el rojo metálico salido de las procesadoras de México brilla sucio entre dos ladrillos de tu ciudad. Así de inmenso debe ser el mundo.

Te sientas en el borde del balcón y te apoyas en la baranda de tornillos viejos.

Te sientas frente al televisor.

Por la pasarela de los canales desfila Londres, La Paz, Sao Paulo y Japón. Un avión cayó en Bruselas y hay ciento cuarenta y dos muertos hasta ahora. Tome Lexotamil y relájese. Una rubia sonríe mejor porque usa shampoo anticaspa con aloe. El mundo llega comprimido por el cable y presume de ser tan grande que en algún lugar debe estar el antídoto para tu soledad. Su llegada en las novelas siempre se anuncia con una melodía de piano y fuegos artificiales. Suena el teléfono. Un huracán en Centroamérica dejó miles de damnificados. Disfrute el otoño con accesorios turquesa o verde manzana. Suena el teléfono pero no te levantas a atender.

Te sientas frente al monitor.

Tu cuerpo ya ha tomado la marcha obediente de la aguja del tiempo. Te conectas como ausente y te comportas como ausente. Tus compañeros de clase te buscan y titilan en la pantalla, pero te quedas ahí mirando el puñado de letras. No escuchas el piano, no ves fuegos artificiales.

Te sientas en la parada del ómnibus.

En la escalera de un gimnasio.

Te sientas en la entrada de un edificio.

Tus pupilas se pierden en la distancia. Pasa un cartero diciendo tu nombre y no le prestas atención porque tus ojos se concentran en el horizonte, que pronto se va levantar como un telón para que el personaje principal de tu vida entre a escena y te envuelva en su compañía. Llegará para recordarte que esta pecera cotidiana que te encierra no es el océano, y que la primavera entrará por debajo de la puerta para hacerte sentir como en casa. Pasa un taxi desocupado.


Te sientas en un banco de la plaza.

Pasa la amiga de la infancia que perdiste al cambiarte de escuela y no la ves. Pasa un perro hecho de hambre y piel. Pasa un camión de juguete, pasa un circo de abrazos y una mariposa de Júpiter. Pasa una carabela con fiesta de piratas, y una nube y una galaxia y un león con sombrero. Paso yo caminando por la comisura de tu boca y te ofrezco un cigarrillo. El último de la caja. Pero no escuchas la melodía de piano. No ves fuegos artificiales.

El sol sigue yendo y viniendo sobre tu cabeza como una máquina, los días siguen fotocopiándose y saliendo por la ranura para apilarse en el polvo. Te vendieron que la esperanza es una forma de esperar, y eso se ha vuelto tu mayor vicio.


Te sientas en la cama.



Gustavo Martínez Figueroa
http://espaciosyespejos.blogspot.com.ar/
http://eexxppaannssiioonn.blogspot.com.ar/

febrero 01, 2013

"Quien con monstruos lucha, cuide de no convertirse a su vez en monstruo. Cuando miras largo tiempo a un abismo, el abismo te devuelve la mirada."

F. W. Nieztsche