julio 01, 2009

Rutina

Lluvia, lluvia, lluvia. Elevo la mirada y sólo hay más lluvia. Lluvia y frío.

Tengo las manos frías, aunque las guardo en los bolsillos. El pelo se me pega a la cara mojada y parece que estoy llorando. Parece que lloro, pero no. Es el cielo, el cielo llora.

La ciudad es una dimensión diferente. Gente, automóviles, edificios y lluvia se entremezclan en una locura indistinta. Todo un disparate. Pero ajeno.

Adentro todo está vacío. Vacío, vacío, vacío. El corazón hace eco contra las paredes de un cuarto oscuro.

Un charco me devuelve el espejismo de un rostro ausente. El mío, el de otro, qué más da. Un rostro ausente. Uno más, en una ciudad. Una ciudad ausente.

Paso, paso, paso. Todo constante, todo monótono. Tac, tac, los pasos, tic, tic, las gotas, y mi respiración lenta y acompasada marcan un ritmo que es casi un latido. Un ritmo de rutina que de vez en cuando recuerda a qué suena vivir.




Anna.

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