enero 14, 2016

Se habrán encontrado en la calle, o quizá se habrían hablado. Ella tenía unos libros suyos, habría querido devolvérselos. Habrían quedado en un lugar, habría llegado tarde. Quizá habría olvidado los libros. Habría usado un vestido corto. "Acompañame a mi casa a buscarlos", o algo así, le habría dicho. Él habría mirado su boca toda roja y habría dicho que sí. Habrán subido las escaleras lenta, nerviosamente. Ella habrá puesto la llave, prendido una luz adentro. El departamento siempre estaba desordenado. Esa noche no debía haber nadie en el mundo. Él se habría quedado parado en la puerta, a lo mejor pensando, con la mochila puesta. Ella habrá sacado alguna botella barata de la heladera. Fuera uno a saber dónde habrán estado esos libros que le prestó. Entre el segundo vaso y el primer beso ya se habrían olvidado. El olor del pelo de ella mientras le iba desprendiendo el pantalón lo habrá convencido. Se habrán acariciado sobre el desorden, le habrá levantado el vestido, abierto con manos fuertes sus piernas elásticas. Ella habrá puesto su mano sobre la entrepierna de él, sus dedos chiquitos sobre su piel caliente. Le habrá peinado los rulos negros con manos ansiosas antes de dejarse llevar. Después quizá hasta habrá gritado, pero no muy fuerte, para que no escuchen los vecinos. Él habrá apretado su boca contra su labios, su pecho contra los de ella. Habrán rodado por el suelo hasta el cuarto. Habrán transpirado las sábanas para que les quede el recuerdo al día siguiente cuando cada uno siga con su vida. Él se habrá llevado los libros y ella le habrá dado las gracias. Le habrá pedido disculpas por la demora. Ninguno de los dos habría dicho nada sobre la otra, y se habrían despedido en el umbral del edificio como si nada hubiese pasado. Unos días después ella habrá pensado en llamarlo, y él no habrá contestado.

O sí.

Quién sabe.


Anna.
https://www.youtube.com/watch?v=Jk1nw4Uoxig&index=10&list=PLB624F8CBC21F53BB

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