noviembre 22, 2014

"En el momento en que lo vio, a Francisca no le quedó más remedio que esconderse detrás de una de las columnas de la estación. A pesar del vestido largo que se derramaba en lavanda por su cuerpo, el temblor en sus tobillos de paloma colegial se notaría a cualquier distancia.

Con una mano pálida y decidida buscó un espejo en su cartera y el labial rojo que hacía algunos años, en un arrebato infantil de picardía, había robado del cajón de los corpiños de la abuela que lo escondía con la vergüenza de una virgen. Se miró al espejo, su rostro era un incendio.

Protegida su retaguardia por la fría columna de la estación de trenes, se asomó valientemente por una esquina salvadora con expresión de cazadora furtiva: el caballero de encanto renacentista se rascaba el bigote con gracia y hablaba despreocupado con su compañero sin enterarse, ni por un ingrato segundo,de la existencia pequeñita de la niña escondida, que lo miraba como un animal perdido.

Se volvió, mareada y rápidamente a su guarida de roedor y se regaló a sí misma el aire que necesitaba en un suspiro. Y pensó (sus pensamientos eran un torrente que se mezclaban con el olor adormilante de los panes que vendía una señora, con los sonidos de besuqueo de otros dos que vivían su historia y con la pintura descascarada de la pared), masticó todas las posibilidades de exacta y científica explicación que encontraba para su asombro: pensó que le gustaban las armonías y la languidez que le entregaba el momento, pensó que había leído demasiadas historias de amor, plagadas de mosquitos y encajes, de algunos desenfrenados autores caribeños, pensó que acababa de enamorarse sin consuelo y que su vida sería la peor de las condenas desde ese momento, pensó en qué haría cuando llegara el tren, pensó en si estaban sucios sus zapatos, pensó en que debía tender su cama y mandar un telegrama a su mandre, pensó en el pan que vendía la señora, y volvió a pensar en el caballero, en que quizás era sólo un deseo súbito de bruja maliciosa y deseante, pensó que había pasado demasiado tiempo sola y en las estupideces femeninas que esto le hacía pensar, pensó en dejar atrás todos estos pensamientos para siempre y subió al vagón dándole, sin saberlo, la bienvenida a un nuevo y florido tormento."

Carmina Pérez Bertolli





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