El recuerdo de tus zapatos golpeando el piso de madera al bajar las escaleras. El olor de tu desodorante atrapado en las sábanas deshechas. El golpe que dio la puerta y sonó a un espejismo de vidrio y sangre incrustándose en mí.
En mi cabeza. En mis oídos. En mi boca.
Gusto a vidrio. Gusto a sangre. Gusto a puerta que se cierra.
Las
manos frías que ya no saben cómo calentarse. El corazón atado a la cama
esperando verte aparecer. Delirio. El castigo de una rutina odiosa que
esclaviza. Comer, dormir, extrañarte. Comer, dormir, extrañarte. Comer,
dormir, extrañarte…
El vacío de muchas caras y en ningún lado la tuya.
Todos
fingen no verme, para no tener que sentirse mal por mí. No quiero que
me consuelen, sólo quiero huir. Correr a tus brazos para que vos me
consolés. Para contarte que ahora que vos no estás y la vida deja de ser
un cuadro de Picasso para tener algo de sentido, ya no quiero que lo
tenga.
Sólo te quiero a vos.
Volvé.
Anna.
No hay comentarios:
Publicar un comentario