Como ese grillo con insomnio que me asola en sueños, sin cansarse de llorar. ¿Por qué llora el grillito? ¿Será que perdió a alguien, alguien que se inventó? Y al despertar se dio cuenta de que nunca había existido. Él y yo, llorando por lo mismo, separados por una pared, el idioma y un metro sesenta de estatura.
Una cascada amarga, amarga, un ruido sin rima ni ritmo. Tus ojos amatista. Tus ojos que no existen.
Y yo sola, sola... siempre sola.
Anna.
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