Lo que no se conoce, lo que no se acepta... nada es cierto hasta que no recibe el voto unánime de la sociedad toda.
La Verdad queda sujeta a la opinión de un jurado.
Se convierte en una construcción colectiva.
Los engañé. Los engañé a todos. Los engañé tan bien, que aunque hubiesen sabido... que aunque supieran ahora, no lo creerían, no me creerían.
Los engañé tan bien...
O será que los que tuvieron razón eran ellos, y todo este tiempo me estuve engañando a mí misma.
. . .
Para que de tu propia mentira, nazca un mundo incorregible, incierto, hipócrita y pegajoso, que por acuerdo universal se convierta en una realidad que no existe. Que la mentira sea verdad y la verdad mentira.
Que la fantasía que creaste alrededor tuyo tome posesión de tu vida y te atrape dentro de su vientre para que no podás salir jamás.
Para que nadie te crea nunca.
. . .
El personaje que interpreté se me pegó a los huesos, y aunque yo lo odiaba, no pude alejarlo de mí.
La gente lo aceptó porque cumplía con los estándares y pagaba los impuestos. Yo lo interpretaba porque quería que me aceptaran.
Y cuando menos me di cuenta, ya no era yo el actor que mentía una sonrisa, sino el personaje que ocultaba una pena.
O al menos así lo dictaminó el público.
. . .
Anna.
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