agosto 27, 2012

- ¿Qué hacés cuando la vida deja de tener sentido?
- Me meto en algo nuevo, empiezo algún proyecto. O me enamoro.

.   .   .

- ...carajo, te mentí. Lo que de verdad hago es destruir mi vida, para tener algo que arreglar. No te lo recomiendo.


agosto 25, 2012

Viernes 3 a.m.

La fiebre de un sábado azul
y un domingo sin tristezas
esquivas a tu corazón
y destrozas tu cabeza.

Y en tu voz,
sólo un pálido adiós.
Y el reloj
de tu puño marcó
las tres.

El sueño de un sol y de un mar
y una vida peligrosa
cambiando lo amargo por miel
y la gris ciudad por rosas

te hace bien
tanto como hace mal,
te hace odiar
tanto como querer
y más.

Cambiaste de tiempo y de amor
y de música y de ideas
cambiaste de sexo y de dios
de color y de frontera

pero en sí
nada más cambiarás,
y un sensual
abandono vendrá
y el fin.

Y llevas el caño a tu sien
apretando bien las muelas.
Y cierras los ojos y ves
todo el mar en primavera...

¡Bang! ¡bang! ¡bang!

Hojas muertas que caen.
Siempre igual...
los que no pueden más
se van.

Charly García,
Serú Girán

Somos lejos

Entonces sonaba una canción, creo que de Ismael. El colectivo iba lento y lleno de gente, como todos los días a esa hora. El aire era denso, se respiraba olor a cansancio.

Yo viajaba sentada en un rincón. Como estaba repleto íbamos todos apretados, pero mi cabeza me mantenía en un rincón apartado, lejos, muy lejos de ahí, pensando en otras cosas, en las clases, en los libros, en la plata, en mí.

Quizá por eso cuando te vi por la ventana, de espaldas, te confundí. No supe quién eras, aunque estás igual que siempre, y sin darle mucha importancia dejé de mirarte para seguir mirando al más allá; hasta que tu reflejo observándome desconcertado me devolvió en un golpe al asiento, a un colectivo al que no recordaba haberme subido, atravesando unas calles que no conocía.

Hola, como estás, cuánto tiempo. Y de verdad, cuánto tiempo... si hasta parece que nos hubiéramos conocido en sueños. Y por un viaje en colectivo, conversaste conmigo como antes. Como antes...

Amontoné las palabras, para intentar decirte todo, trabando la lengua con cosas sin sentido. Y al final no te dije nada. ¿No será que pasan siempre estas cosas? No me atrevía a mirarte a los ojos, para no ver cómo me evaluabas, pensando, quizá, qué distinta que estoy. Yo de vos no pensé nada porque, como antes, tu presencia me aturdía e, intranquila, buscaba el modo de no parecer tan lejos tuyo.

Lejos. Aunque no era ninguna sorpresa para vos, lo supongo. Después de todo, cuánto tiempo...
Lejos, así me sentí. Lejos. Porque ni aunque estábamos sonriendo, ni aunque nos hablábamos sin cuidado, estábamos realmente ahí. Porque no decíamos nada sobre el tiempo que había pasado, porque hablar de la gente que había estado dolía. Porque vos no terminabas de creerme y yo no terminaba de poder.

Poder arrancarte. Poder hacerte otra persona, lejos, muy lejos de mí. Poder decirte que no lo lamento, pero que sí; que te quiero cerca, pero sin ganas. Poder pensar que estas cicatrices se borran y borrarlas, poder ser sin vos.

Qué raro me resultó de golpe, hablar de personas, de materias pendientes, de viajes que no teníamos en común. De destinos separados, de bocas de otros. De vidas sin coincidencias, sólo en un viaje en colectivo.

¿Dónde estamos? Ya me tengo que bajar. Y verte irte con ese aire a grandeza que yo siempre recordé que te rodeaba y con el cual nunca me sentí afín.
Pensar que no me arrepiento, que está bien que sea así.
Y estallar en llanto, intentando consolar en vano mi orgullo herido.

...lo que pudo haber sido.

Anna.

agosto 09, 2012

Tristeza del cronopio

A la salida del Luna Park un cronopio advierte que su reloj atrasa, que su reloj atrasa, que su reloj. Tristeza del cronopio frente a una multitud de famas [que remonta Corrientes a las once y veinte y él, objeto verde y húmedo, marcha a las once y cuarto. Meditación del cronopio: «Es tarde, pero menos tarde
                                                                              [para mí que para los famas,

para los famas es cinco minutos más tarde, llegarán a sus casas más tarde, se acostarán más tarde. Yo tengo un reloj con menos vida, con menos casa

                                                                              [y menos acostarme,

yo soy un cronopio desdichado y húmedo.» Mientras toma café en el Richmond de Florida, moja él cronopio una tostada con sus lágrimas

                                                                              [naturales.




Julio Cortázar
Historias de cronopios y famas

agosto 08, 2012

...todo me parecía mentira. Mis palabras, las suyas, el piso en el que nos parábamos, el calor, el olor a transpiración. El mundo me mentía ese momento, yo le mentía al mundo. Ni siquiera yo o él existíamos realmente. Todo falso... salvo el dolor. Salvo ese dolor.
El dolor de mentira que se sabe mentira.
El dolor de saber.

Anna.