septiembre 26, 2011

Quizá siempre pertenecimos a mundos distintos. Debe ser. Pero es que recién me doy cuenta... no parecíamos tan lejanos cuando me abrazabas.

Ahora parecen años desde que no te veo, y me imagino a veces cuando viajo en colectivo que subís de casualidad en el mismo, que me sonreís desde el principio del pasillo y caminás hasta mí con la misma sonrisa. O que alguna vez paseando por el centro voy a tropezarme con alguien y vas a ser vos.

Me pregunto si imaginar, si desear que justo tenés unos minutos y aceptás el café que te invito, no será ya mucho pedirle al destino.

Pero es que estos melancólicos sólo vivimos para haberte perdido, por esas cosas de la vida que uno no trata de entender, y simplemente se le pasan, invitándote un café, casi diez años después. La melancolía nos salva a veces, cuando no hay café, ni peatonal, ni vos. La melancolía nos salva de no perderte. De no olvidar.

Aunque el precio sea perderte un poco todos los días. La locura. Me pregunto si vos también pagaste ese precio, o será que a vos los días no te pesan como a mí, y no te imaginás cosas cuando vas en el colectivo.

Me pregunto si será que yo valía para vos eso. Eso, vivir así, esta melancolía.

O era más valioso el futuro. El olvido, y el futuro.



Anna.

septiembre 09, 2011

Tristes guerras
si no es amor la empresa.
Tristes. Tristes.

Tristes armas
si no son las palabras.
Tristes. Tristes.

Tristes hombres
si no mueren de amores.
Tristes. Tristes.


Miguel Hernández
(Imagen: Bansky)