febrero 18, 2011

Time to.

Tal vez en algún lugar del mundo me estés esperando, todavía. Y yo todavía sabiéndolo, me conforme con este "hasta mañana" servido al plato y frío, con esta cena que por no gastar en compañía tiene gusto a manjar de entrecalle.

Después de la comida y a medio camino del sueño, a veces me pregunto si no será que alguna noche entre las sábanas encontraré tu número de teléfono y no me atreveré a llamarte. Si me dormiré entonces -como ahora- rápido para no tener que decidir entre vos y el sentido común. El sentido común y vos. Lo poco que me queda de decente y vos. Lo poco que me queda de persona y vos.

Tal vez en algún lugar del mundo estés durmiéndote vos también. Y todavía sabiéndolo, me conforme durmiéndome.

Y tan sólo me duerma.

Anna.

febrero 14, 2011

Voy a subirme un escalón y a abrazarte. 
Y abrazarte 
          y abrazarte 
                                                          
                                                                              y abrazarte. 


Las ganas que tengo de desarmarte a mordiscos la armadura, 
             de masticarte,
romperte,
    de partirte en ocho, en diez, en cien,

             de armarte uno solo conmigo,
                                           dentro mío,
                                                sólo mío.
Mío, mío, mío.

Te presto mi almohada, pero no duermas. Te necesito esta noche.

Tengo un plan. Un plan para conquistar al mundo. Y vos tenés que ayudarme.

No te duermas.

Te voy a secuestrar sin tu permiso,
                 te voy a arrancar la ropa y la cordura,

voy a volverte loco.
  Te voy a secuestrar.

                                     ¿Sabés lo que está haciendo ahora mismo la mitad del mundo...?

Te voy a secuestrar. 
                                         ...y te va a gustar mucho.


Anna.

febrero 05, 2011

-Tengo sed de esta agua -dijo el principito-, dame de beber...

¡Comprendí entonces lo que él había buscado!

Levanté el balde hasta sus labios y el principito bebió con los ojos cerrados. Todo era bello como una fiesta. Aquella agua era algo más que un alimento. Había nacido del caminar bajo las estrellas, del canto de la roldana, del esfuerzo de mis brazos. Era como un regalo para el corazón. Cuando yo era niño, las luces del árbol de Navidad, la música de la misa de medianoche, la dulzura de las sonrisas, daban su resplandor a mi regalo de Navidad.

-Los hombres de tu tierra -dijo el principito- cultivan cinco mil rosas en un jardín y no encuentran lo que buscan.
-No lo encuentran nunca -le respondí.


-Y sin embargo, lo que buscan podrían encontrarlo en una sola rosa o en un poco de agua...
-Sin duda, respondí. Y el principito añadió:
-Pero los ojos son ciegos. Hay que buscar con el corazón.


Antoine de Saint Exupèry